domingo, 3 de enero de 2016

Al término de una resaca

El exceso de licor aún no abandona tu cuerpo, caminas a pasos torpes hasta la cocina y de regreso, para buscar un vaso de agua. Cada pisada envía una señal desde la planta de tus pies hacia tu cabeza, como una onda que se magnifica poco a poco por todo tu cuerpo y que amenaza con convertirse en una explosión dolorosa. Tratas de recordar todo lo ocurrido el día anterior, de rememorar donde bebiste cada trago y sobre todo, que diablos fue lo que bebiste; pero después del décimo o duodécimo; cada brindis se convierte en sólo un brochazo de un collage de imágenes confusas, de las que no sos capaz de definir cuales van primero y cuales al final.

Al regresar, das un traspiés con el cristal lleno de agua en la mano, que cae irremediablemente al suelo estallando en mil pedazos; mientras vos mismo caes como una masa inerte a la cama buscando refugio entre tu almohada. Estiras la mano hacia el escritorio, buscando algo que no sabes que es y lo único que encuentras, es una carta hecha casi que de forma aleatoria, a mitad de confesión y a mitad de despedida que te rompe el alma. Las risas y los cánticos de la noche anterior no son suficientes para mantener la alegría en tus labios, ni mucho menos en tu mente. Estás derrotado y lo sabes, sabías que ese momento llegaría, sabías que tantas ausencias mentales no eran un buen síntoma, que todo se estaba rompiendo sin marcha atrás, pero preferiste ignorar la situación, como aquel condenado a muerte que devora con placer su última cena sin pensar en la silla que lo espera.

Buscas algo de música pero tus oídos aturdidos y tu cabeza, cuyas sienes palpitan fuertemente, no pueden soportarla. Ir por una copa para seguir con tu estado etílico no es una opción, sabes que el licor sabe mejor cuando se está alegre y que ahora, en tu estado actual, sólo será un veneno amargo que va a mezclarse con tu sangre, sumiéndote en un estado de inconsciencia profunda, que vas a lamentar mucho más cuando recuperes la noción de todo. Le das un golpe seco a tu almohada y la lanzas por la habitación queriendo desahogar tu impotencia, pero lo único que consigues es quedarte sin algo para apoyar tu dolorida cabeza.

Te pones de pie nuevamente y los cristales del vaso roto amenazan con romperte las plantas y manchar de tinta roja las baldosas. Tan sólo logras evitarlos lo suficiente para recuperar tu almohada y volver a la cama. Estiras nuevamente tu mano hacia el escritorio, tomas tu cuaderno de apuntes, un lápiz y empiezas a escribir una historia. Una historia que no sabes como va a terminar. Probablemente una respuesta a la nota que te dejaron para que la leyeras, pero que termina convirtiéndose en un lamento agónico de tu situación actual.

Lo único que sabes, es que las letras te desahogan un poco y después de escribir como poseso, ahora puedes volver a dormir en paz. Dejas el cuaderno donde estaba, con la esperanza vana pero firme, de que quien te dejó la carta lea tu respuesta. Sonríes finalmente e intentas recuperar el sueño perdido, el caos de tu tristeza tal vez apenas empieza, pero no debes preocuparte de eso ahora; suficientes momentos oscuros vendrán después.

03 de enero de 2016.


6 comentarios:

  1. Mucha gente anda de resaca en resaca, pero amigo la tuya está muy lúcida para hacer un relato como este. Un saludo

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    1. Jajaja. Un saludo para vos también. Muchas gracias María por pasar y comentar. ;)

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  2. Menuda resaca. La verdad es que hace muuuucho tiempo que no sufro niguna. Pero levantarte de resaca y encimaestar triste, es lo peor de lo peor.
    Un besillo.

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    1. Lo más paradójico es que es muy probable que una resaca haya sido causada originalmente por una tristeza.

      Un besote María.

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  3. Me parece que ya estoy mayor porque me ha dado una pereza imaginar esa resaca, buff que mal.
    El alcohol no consigue esconder nada, por un tiempo uno se queda insensibilizado pero cuando pasan los efectos todo vuelve y se siente peor, no es nunca un buen remedio porque lo único que hace es tapar y después cuando se despierta a la realidad, aún duele más. Afortunado tu protagonista que encuentra las letras que le ayudan a desahogarse.
    Un saludo

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    1. Tenés toda la razón Conxita. Un saludo para vos también y gracias por pasar.

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