domingo, 22 de febrero de 2015

El misterio de Aguas Verdes Capítulo IV



– ¿Quieren tomar algo? –Fue la pregunta con la que los recibió Correa al entrar en la oficina– Por favor, pónganse cómodos.

Ninguno de los policías recibió nada y todos permanecieron de pie.

Llevaban reunidos más de una hora, los primeros minutos transcurrieron entre presentaciones, saludos, las zalamerías del señor Correa y el molesto interrogatorio de lo ocurrido esa noche con Pastrana y Sánchez, por enésima vez  López y Castro habían tenido que contar la misma historia, mientras el sargento permanecía silencioso y le enviaba alguna que otra mirada inquisitiva al teniente Medina, de pronto no aguantó más la farsa e interrumpió:

– Señor Correa, con todo respeto yo dudo mucho que usted nos haya mandado a llamar para entretenerse oyendo nuestras anécdotas y si es así creo que estamos perdiendo el tiempo.
– Es usted un hombre directo ¿no?, Ríos –le respondió el comerciante con calma– Si, usted tiene razón, no los he citado para que me cuenten detalles de la muerte de los policías, que para serle sincero poco me interesan. Ustedes están aquí por algo más grande por así decirlo, pero preferiría que su comandante les contara los detalles –sonrió finalmente–
– Si no lo imagina sargento, –Carraspeó y habló el teniente con tono pausado– estamos aquí porque el señor Correa va a patrocinar la cacería de la criatura, hemos estado hablando últimamente y en vista de que es en beneficio de todos, él ha accedido muy gentilmente a apoyarnos de distintas formas para que le pongamos fin de una vez por todas a esta situación.
– ¿En beneficio de todos? ¿Quiénes son todos? –Preguntó el viejo Vélez–
– Los miembros de nuestra comunidad por supuesto –Respondió Correa con su sonrisa zalamera–
– Ah, entiendo mi teniente, –Respondió Ríos– entonces creo que esto es un asunto oficial, pero por si no lo recuerda; López, Castro y yo estamos incapacitados hasta nueva orden y aquí nuestro compañero Vélez ya no hace parte de la institución; además hasta lo último que supe, de ese asunto se estaba encargando el ejército, creo que es a ellos a quienes el señor Correa debería brindarles su “apoyo”.
– No se haga el idiota Ríos, bien sabe usted que esto no es un asunto oficial. Esta vez, vamos a actuar por nuestra cuenta –Respondió Medina–
– No me hago el idiota mi teniente, pero yo sí quiero que me explique ¿cuál es el interés que tiene el señor Correa en todo esto?, que yo sepa la criatura no ha vuelto a ser vista, y lo que sucedió con Pastrana y Sánchez como dice él no le interesa.
– Sargento Ríos –respondió el teniente– empieza usted a pasarse de insolente ¿con que autoridad cree que…
– Uo uo uo uooohh, señores calma, calma –Interrumpió López– que no se caldeen los ánimos, mi teniente, nosotros estamos aquí para escuchar...
– El agente López tiene razón –Dijo Correa, con toda tranquilidad– me parece teniente, que no tiene nada de malo lo que pide el sargento, si van a hacer un trabajo para mí, lo mínimo es que sepan cuáles son mis intereses.
– ¿Un trabajo para usted? –Preguntaron Vélez y Castro al unísono–
– Hay varias cosas que quiero que me expliquen señores –prosiguió Ríos haciendo caso omiso de la pregunta de sus compañeros– primero, ¿Qué es lo que están planeando?, segundo, ¿Cuál es su interés en todo esto, Correa? y tercero, ¿Por qué nosotros?
– Lo que estamos planeando es sencillo Ríos –Respondió el teniente con gesto osco– vamos a cazar a la bestia que mató a Pastrana y al novato.
– ¿Vamos? ¿Acaso usted nos va a acompañar? –Inquirió el sargento– 
– No Ríos, yo no voy a ir –Respondió el teniente– yo voy a estar coordinando todo desde aquí, fui yo quien le sugirió al señor Correa contactarlos. Además, seré yo quien coordine todo para que Estrada los acompañe, él personalmente va a ser mis ojos y mis oídos en todo esto, no quiero cagadas esta vez.
– Tranquilo mi sargento Ríos –Interrumpió Estrada– hagamos lo que tenemos que hacer y todo saldrá bien.
– Lo vamos a hacer nosotros y por nuestra cuenta –Prosiguió Medina– el ejército va a retirar su base en unos días, al parecer se cansaron de buscar un bicho que según dicen puede ser cualquier animal salvaje y por lo que se sabe los investigadores de la universidad tampoco han avanzado mucho, hasta el momento no tienen resultados. Esto no les interesa pero igual voy a decírselos, esta misma mañana estuve en una reunión con el capitán del ejército, el director del grupo de investigación de la universidad, el alcalde y unos funcionarios de unos grupos de rescate, según dicen, la búsqueda de la criatura ya va saliendo bastante cara.
– Con mayor razón mi teniente ¿En qué podríamos ayudar nosotros? –Preguntó Vélez–
– Eso se los puedo responder yo buen hombre –volvió a decir Correa– pasa que hasta el momento; los de la universidad y los del ejército no han encontrado nada, ni lo van a encontrar, porque están buscando en el lugar equivocado.
– Y supongo que usted sabe cuál es el lugar correcto –Añadió Ríos con gesto despectivo–
– Claro que si joven, claro que lo sé, esta buena gente se ha dedicado a buscar en la zona cercana a donde ocurrió su encuentro con la criatura, pero resulta que ya no está ahí, ahora se encuentra en las montañas en una zona de muy difícil acceso.
– ¿Y usted cómo sabe eso? –Preguntó Ríos–
– Porque las tierras en las que se encuentra me pertenecen.
– Ah, ¿acaso usted lo ha visto? –Inquirió de nuevo Ríos– Porque hasta el momento no se han presentado más ataques.
– ¿Quién dice que no se han presentado más ataques? –Respondió el teniente Medina mientras el señor Correa arrojaba un sobre de manila al escritorio–

Ríos alargó la mano para ver el contenido, al sacarlo pudo ver varias fotos en las que se veían animales destrozados, restos de carne, huesos y en todas el extraño rastro de baba amarilla entre los cultivos, fue pasando las fotos una a una sin detenerse a detallarlas mientras las iba repartiendo entre sus compañeros. Después de haberlas visto todas volvió a preguntar:

– ¿Y por qué nos pasa esto a nosotros? Bien podría habérselo entregado a los de la universidad o a los del ejército. Estoy seguro de que no hubiera tenido que gastar un peso, de hecho se lo hubieran agradecido y ya se habría librado de la criatura.

Correa respondió nuevamente mientras el teniente Medina lucía bastante incómodo.

– Usted no está mirando bien sargento, por favor mire con detenimiento, estoy seguro de que en las fotografías hallará la respuesta, si no es así, de verdad que lo creía más pillo.
– Los cultivos mi sargento, mire los cultivos –Apuntó Castro– son de…
– Y son míos –añadió Correa– ¿ahora ve por qué no podemos hacer un escándalo de esto?
– Entiendo –Dijo Ríos– ¿y por qué supone usted que vamos a ayudarle?
– Por tres razones básicas sargento, –Respondió de nuevo Correa– La primera es que supongo que ustedes querrán cazar a la criatura que mató a sus compañeros, en caso de no ser así, cosa que no me sorprendería está la segunda razón; y es que estoy dispuesto a pagarles una nada despreciable suma si me libran de esa cosa y la tercera porque en caso de que no lo hagan, mi buen amigo aquí presente, el teniente Medina ya se encargará de convencerlos.
– ¿Y si aun así nos negamos? –Dijo Ríos lanzándole una mirada amenazadora a Medina–

En ese momento interrumpió Vélez, devolviéndole una de las fotografías a Ríos y diciendo:

– Me temo Guillermo que esta vez, deberíamos decir que si…

Ríos tomó la foto, al mirarla con detenimiento vio que lo que inicialmente había creido un animal pequeño, eran realmente los restos de un niño que no sería mayor que su propio hijo. Hizo silencio por un momento mientras los demás se quedaban mirando la foto, nadie dijo nada, hasta que el mismo Vélez preguntó de nuevo.

– ¿Por qué nosotros? Usted debe de tener muchos hombres de confianza que puedan hacer el trabajo, muchos harían lo que fuera por dinero.
– Se equivocan –Respondió Correa– un par de hombres más irán con ustedes, ellos los guiarán, pero no más que eso, hay cosas a las que muchos no se arriesgarían ni por todo el dinero del mundo, esa cosa sea lo que sea es bastante peligrosa, además yo soy un hombre pacífico, mi mercancía la vendo sin tener que usar casi nunca la violencia, solo me valgo de algunos contactos claves para conseguir lo que necesito –decía mientras miraba al teniente Medina– la verdad es que para este trabajo, ustedes son mi mejor opción.
– A ver si entiendo bien –volvió a la carga Ríos– ¿usted nos está contratando para que vamos a las montañas, arriesguemos el culo para cazar a una criatura de la que no sabemos nada, la matemos antes de que se riegue el rumor y el ejército meta las narices en sus tierras, para que usted pueda seguir traficando tranquilamente?

Correa sonrío de nuevo y bebió un trago antes de responder:

– Si lo dice así sargento, suena feo, muy feo, pero básicamente si, así es.

2 comentarios:

  1. Bueeeeno, un enigma resuelto.

    Así que, el señor Correa lo único que quiere es que su lucrativo negocio no salga a la luz... Menudo tipejo.

    Interesante. Y me ha gustado que aparezca de nuevo la extraña criatura. Esta vez ha asesinado a un pobre crío... qué mala bestia, ¿eh? Por cierto, ¡menuda foto que has puesto! >_< ¡¡Aghs!!

    Gran trabajo :D Intentaré irme poniendo al día, que te tenía un pelín olvidado ;) ¡Un abrazo! ^^

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario Carmen, si paso a paso se van desvelando algunas cosas. Y las imágenes... todas son montajes hechos por mí, pero no le contés a nadie ;)

      Un abrazo!!

      Borrar