viernes, 30 de enero de 2015

Mundo de Pesadilla

                                            ¿Qué es lo más terrible de un mal sueño, el mal sueño en si mismo o la pesadilla de volver a ver el mundo?

El recuerdo de lo sucedido y el triste estado al que condené sin intención a mi pobre primo durante tantos años, me hacen sentir indignado por la culpa que me consume y por los ojos de reproche y lastima con los que me mira el resto de la familia. Hoy ha sido su funeral después de permanecer postrado en una silla con la mirada perdida en ningún sitio como si fuera un maniquí, una burla de lo que en algún momento se pudiera llamar un ser humano. Me atormenta el recuerdo de su aspecto antes de morir, que me causaba indignación y culpa, una culpa tan insoportable como eterna al saber que fui yo quien lo postré en ese solitario rincón de la sala, en el que quedaron sepultados para siempre todos sus tormentos. Me aflige profundamente el recuerdo de sus ojos amarillentos de pupilas vacías, abiertos siempre, que era necesario hidratar varias veces al día para evitar que se secasen, sus ojeras pronunciadas, su esquelético cuerpo inmóvil, dependiente por completo de los cuidados de mi madre, con los brazos caídos sobre los descansos de la silla y su pose ligeramente inclinada que me atormentaba recordándome los monjes que se sacrificaban por sus creencias. Pero no siempre había sido así, recuerdo que cuando niños compartimos los más alegres momentos juntos en los jardines y los rincones de nuestra enorme casa familiar.

Todo empezó un dia al regresar de un viaje de estudio tras unos tres años de no ver a mi familia, a partir de esa tarde ya nada sería igual. Estábamos reunidos todos en la sala disfrutando del reencuentro, cuando mi primo del que yo había notado cierta actitud extraña y distante como si muy poco le emocionara el hecho de volver a verme después de tanto tiempo a pesar de haber sido tan unidos en la niñez; cayó desvanecido al suelo, inmóvil, con los ojos entre abiertos, la mandíbula descolgada y chorreando por su mejilla un delgado hilo de baba. Nuestra alteración fue tan tremenda al no entender lo que le estaba pasando, que gritamos y lo llamamos desesperados mientras lo sacudíamos como un saco de harina hasta que mi hermano menor y mi novia hicieron la observación de que debía verlo un médico de inmediato.

Lo llevamos a la clínica más cercana; pero lo único que los médicos fueron capaces de diagnosticar en ese momento es que mi primo había tenido un ataque de “shock” tal vez a causa de la emoción de verme nuevamente. A partir de ese día la actitud de mi primo se hizo nostálgica, distante y sus ataques de “shock” se presentaron cada vez con mayor frecuencia, sin que los médicos pudieran dar un diagnostico acertado de la grave enfermedad que lo atormentaba. Siempre al despertar de cada evento decía haber sido presa de horribles visiones que se negaba a relatarnos mientras temblaba de miedo y muchas veces se levantaba temblando, gimiendo en las noches y bañado en sudor diciendo ser victima de horribles pesadillas.

Sin que él me dijera nada y sin hacer caer en cuenta de mis observaciones a ningún otro miembro de la familia noté que gran parte de sus tristezas estaban relacionadas más con una dama misteriosa de la que nunca me habló mucho que con su lastimosa enfermedad e incluso llegué a pensar que esta última fuera producto de la misma pena que lo embargaba a diario. Fue entonces cuando me entregué por completo y en secreto (excepto para mi primo) al estudio de la mente y de sus cualidades y otros temas relacionados, al mismo tiempo que continuaba mi carrera para distraer a los otros miembros de mi familia, pues sin lugar a dudas me hubieran tachado de loco. Conseguí gran cantidad de libros relacionados con el tema y siempre mantenía al tanto de mis avances y mis nuevos descubrimientos a mi primo, que aunque decía sentir una gran admiración hacía mis progresos, se mostraba de cierto modo indiferente y pesimista al hecho de que yo pudiera encontrar la forma de ayudarlo, mientras seguía siendo victima de los síntomas de su terrible y desconocido padecimiento. Desde entonces simulé ante él haber dejado en el olvido todo lo relacionado con el tema de la dama que lo atormentaba pues pensé que si se daba cuenta que una eventual incursión mía en su mente me revelaría algún detalle de ese hecho tormentoso muy seguramente se negaría por completo a dejarse ayudar por mi parte.

¡Ay de mí!, si tan solo en ese momento alguien hubiera averiguado nuestras intenciones, si tan solo mi primo se hubiera negado a ser participe de mis propósitos y mi infeliz conejillo de indias… Tal vez para este momento la medicina ya hubiera encontrado la cura a los males que lo aquejaban, o tal vez en algún momento hubiera dejado de padecer tan penosa enfermedad de repente, de la misma forma como la había contraído. Pero no, seguimos con nuestros planes e incluso en estos momentos soy capaz de dar horas de cátedra acerca de un área del conocimiento que me repugna y todas sus teorías a muchos estudiosos que cuentan con grandes títulos en el tema y que llevan años sumidos en este estudio, pues en aquel momento me obsesioné tanto con tales investigaciones que incluso la mujer que todos suponían se convertiría en mi esposa se alejó de mi lado, alegando el terrible abandono en el que la había dejado.

Sin importarme lo que ocurría a mi alrededor, llegué a la conclusión de que la forma más eficaz de ayudar a mi primo era practicar con él sesiones de hipnotismo  regresión con las que yo pudiera llegar al fondo de su subconsciente y averiguar por fin el origen directo del mal que lo aquejaba. Así se lo hice saber y el aceptó con la resignación de las personas moribundas que prueban medicinas solo por hacer todo lo posible para salvarse aunque ya hayan perdido las esperanzas. Algunos de los conocimientos más importantes que adquirí, fueron las bases necesarias para llevar a cabo una sesión exitosa de hipnotismo. Estas bases eran; la concentración de su atención por completo en algo para el momento del experimento, desviando así por completo la atención de mí y de lo que me proponía a hacer; lo segundo era la expectación que había creado en él haciendo ciertos trucos con otros miembros de nuestra familia que le hacía notar, haciendo que obedecieran ordenes inesperadas de mi parte en algún momento de la cotidianidad o haciendo que se sintieran sensaciones extrañas a mi antojo dándome ante mi primo ciertas ínfulas de poder sobrenatural que no dejaban de causar en él curiosidad; en tercer lugar y más importante que nada era la fe que yo mismo me había encargado en fomentar de él hacía mi parte enseñándole todos mis avances y los notables resultados que habían tenido estas practicas en otros casos de enfermedades similarmente desconcertantes; finalmente estaba la imaginación que yo mismo alimentaba en él haciéndole sugerencias a menudo de lo que podría sentir en un estado de aletargamiento profundo.

Para ese momento creo que ya me había olvidado por completo de mis intenciones iniciales altruistas y lo único que me movía a continuar era el deseo y la ambición perversa de poder hacerlo. Así llegó una tarde (y me estremezco al recordar aquel nefasto día) en que mi primo yo nos quedamos solos en casa. Mis padres habían salido de compras desde la mañana, calculábamos que tardarían bastante en regresar y mis hermanos habían ido a pasar unos días de vacaciones a casa de los abuelos. Era el momento perfecto, la única oportunidad tal vez en mucho tiempo de llevar a cabo mis impíos planes. Nos encerramos en nuestra habitación, la misma habitación que habíamos compartido desde que éramos niños y le pedí que se sentara en la misma silla en la que permaneció sentado hasta el fin de sus días, mientras yo me encargaba de preparar la atmósfera ideal que me sirviera de herramienta para llevar a cabo mi propósito.

Empecé nuestra sesión con un entusiasmo que tal vez a él le pareció poco confiable pues se mostraba indiferente ante mis repetidas sugestiones y mis continuos pases mesméricos. Después de dos o tres intentos fallidos me miró a los ojos y me dijo desconsolado: 

- Basta ya primo, no tiene remedio; mi enfermedad no tiene cura

Ante tal hecho y negándome aceptar la derrota, asumí una nueva estrategia tratando de desviar por completo su atención y fingiendo haber dejado de lado mis intenciones hablándole acerca de diversos temas como las aventuras que habíamos tenido en nuestra niñez y todas las travesuras que le habíamos hecho a nuestros padres, abuelos y profesores, mientras con disimulo me colocaba a su espalda y lo dejaba hablar recordando los buenos tiempos. De pronto cuando vi que su atención estaba sumida por completo en los recuerdos, advertí que esa era la oportunidad perfecta para llevar a cabo mis propósitos. Le empujé la cabeza hacía adelante y le grité “¡duerme!” con violencia, mientras él se dejó caer la cabeza sobre el pecho sin poner resistencia. Me quedé mirándolo absorto de placer pero por un momento una duda estremecedora me cruzó por la mente, ya que no sabía si su estado era la consecuencia de mi sugestión o el efecto de un nuevo ataque de “shock”. 

Temeroso formulé una nueva sugestión acerca de que se encontraba totalmente bajo el poder de mi voz y luego le pregunté si era capaz de escucharme a lo que él respondió con un quedo “sí” apenas perceptible; pero que le devolvió a mí alma la grandeza de su ego y sus ínfulas de triunfo. A partir de ese momento empecé a formularle a mi primo nuevas sugestiones y a pasearme alrededor de su silla, hasta que me paré frente a él y comenzó en ese instante la parte más extraña y espeluznante de toda mi historia.

En ese mismo instante abrió los ojos de repente con un rostro de angustioso terror y me sujetó por las muñecas con una fuerza indescriptible, mientras yo sentía que toda la habitación me daba vueltas a a gran velicidad y lo único que podía ver entre el revoltijo de colores era su mirada lánguida que se perdía en la distancia. Caí inconsciente no se por cuanto tiempo; y cuando supuestamente desperté me encontraba solo, tirado en la habitación. Salí corriendo con prisa para averiguar que había sucedido con mi primo, pero al cruzar la puerta no me encontraba en el corredor como era apenas lógico sino que me encontraba en la mitad de la calle vacía frente a la casa de mis abuelos y la puerta se había cerrado violentamente tras de mí. Llamé a mi primo y golpeé la puerta sin saber más que hacer pero este no respondió. Junto a la entrada de la casa se encontraba una bicicleta vieja que sin duda era la misma en la que él y yo habíamos aprendido a montar y que perteneciera a mi abuelo cuando éramos niños. La tomé y empecé a recorrer las calles de un lado a otro sin saber a ciencia cierta que pasaba o a donde ir, pidiendo ayuda y llamando a mi primo a grandes voces; cuando divisé a lo lejos su silueta que se alejaba con dirección a una colina lejana que yo desconocía por completo. Traté de alcanzarlo de forma inútil pedaleando y pedaleando en el artefacto que rechinaba más a medida que avanzaba, pero entre más trataba de acercármele más a lo lejos veía su sombra.

En algún momento sin saber de que modo, mucho antes de darme cuenta que ya no andaba en la bicicleta, desvié mi rumbo por un camino de tierra que se internaba por el medio de matorrales espesos y llegué a una cabaña pequeña, casi derrumbada por el abandono. Llamé desde afuera con la inútil intensión de que tal vez saliera alguien a ayudarme, guardaba en mi interior la falsa esperanza de que mi primo se encontrara dentro; sin embargo esto no ocurrió así y fue entonces que decidí entrar a averiguar si había alguien o algo que pudiera servirme, pero lo único que hallé en su interior fueron unos muebles tapados con sabanas y consumidos por el polvo. Unos débiles rayos de luz pasaban a través de algunas grietas en las paredes y el techo, y hacían que el lugar quedara en una espantosa penumbra, pero eran suficiente luz para ver el poema que había sido escrito con carbón en una de las paredes de la cabaña. El poema que me hizo estremecer decía lo siguiente:

Ahora que estoy aquí, solo y dispuesto hacerlo
Sentado frente al filo brillante
No soy capaz de dejar caer la gota
Que pudo rodar por mi brazo
Manchándome con el tinte cálido y placentero
Pues la hoja se ha rodado entre mis dedos
Por el miedo al dolor que me consume desde adentro
La cuerda que ahoga la realidad onírica no ha sido ajustada aún
Y cuelga solitaria sobre mi asiento
Produciendo una sombra, delgada y triste como mi cuerpo.
Las fibras del dolor agónico se mesen en silencio
Y yo mismo no entiendo, porque no lo he hecho.
Mi voluntad se ve flanqueada
Y me doy cuenta que quiero conocer aquel reino.
No soy capaz de ver el cielo hacía abajo
Mientras mi cabeza espera tocar la tierra.
El grito sordo, jamás saldrá de mis labios
Mientras me alejo caminando por el puente
Que creí que detendría mi tiempo.
Mis ofensores me miran desde lejos,
Pero yo deseo algo que esta más allá de su ego.
El elixir del sueño pétreo
Que buscaba con ansiedad desde mi nacimiento
Con sabor a licor de frutos sangrantes
Me fue arrebatado de mi cuerpo
Por dos sombras conocidas
Que borracho me abandonan en el frío siniestro
Del acompañante, del que ya no tengo miedo.
Ya no quiero activar el mecanismo
Que le da calor al túnel gélido
E impulsa aquella piedra militar
Que quiso atravesar mis pensamientos,
Yace abandonado sobre mi lecho
Y yo mismo me vi arrancado de sus consejos
Mientras mi alma va solitaria en busca
Del ojo glorioso que me vigila desde adentro.

A pesar del impacto que me causó leerlo todo no tuve tiempo para razonar en nada más pues un fuerte ruido  parecido a una alarma de algún tipo me dejó aturdido en ese instante, en tanto la habitación se iluminaba con una luz anaranjada e intensa que venía de todas partes y que me encegueció por completo. Lo único que atiné hacer en ese momento fue arrojarme al suelo desconcertado y cubrirme la parte trasera de la cabeza con las manos. De inmediato sentí una sensación desagradable, como si muchas personas me punzaran con las yemas de sus dedos en la espalda y no pudiera moverme ni defenderme para evitarlo. Cuando esta sensación cesó, me puse de pie mirando en todas direcciones y tratando de razonar acerca de lo que estaba pasando, después de unos instantes de reflexión por fin pude entenderlo. “Quería entrar en su mente y a costa de mi cordura al parecer lo he hecho” Me dije con amargura a mí mismo y me di cuenta de que tenía que encontrar la forma de salir y sacar conmigo a mi primo de ese mundo de pesadilla que lo estaba desquiciando.

Salí corriendo de la cabaña y lo único que pude ver a mí alrededor fue una espesa jungla casi impenetrable de hierbas que me doblaban en altura, sembradas en un terreno fangoso, negro y mal oliente. Me armé de todo mi valor para cruzar por en medio de aquel sembradío de plantas de hojas afiladas y semillas espinosas que me cortaban y me causaban escozor al contacto, hasta que por fin logré salir a una playa que se extendía a mis lados hasta el infinito, frente a mí se hallaba un océano interminable de lodo nauseabundo del que brotaban unas burbujas de gas maloliente y expedía gotas de líquidos viscosos y de colores violáceos. No sabía hacía donde más debía seguir a partir de ese momento hasta que una enorme y desagradable burbuja empezó a formarse lentamente del fango justo frente a mi. Al principio sentí desconfianza pero luego me acerqué para tocar su superficie babosa y fue cuando esta empezó a crecer más rápido y a absorberme a pesar de mis inútiles esfuerzos por oponer resistencia. Finalmente me tragó por completo mientras yo sentía como me ahogaba y me hundía en el fondo de ese asqueroso fango negruzco, cuando pensaba que me ahogaría para siempre, me encontré nadando entre aguas turbias pero tranquilas en una interminable piscina, en forma de canal, embaldosada con pequeños mosaicos blancos. Nadé así por largo rato y en un momento y sin percibir de nuevo el cambio me encontraba en las tinieblas de un corredor estrecho y solitario del que apenas se alcanzaba a ver la salida a lo lejos.

Empecé a caminar en dirección a la salida; al principio con pasos cansados y luego enérgicamente pues sentía que debía darme prisa antes de que la estancia tuviera un cambio brusco de nuevo, pero de repente el corredor se llenó de personas; todas con idénticos rasgos “al menos en su forma de moverse y su silueta pues la imagen de sus rostros era demasiado difusa y desconcertante”, que salían de no se donde y se movían en todas direcciones sin prestar mayor atención de mi presencia y dificultando mi avance. Por momentos se movían lento como fantasmas, al instante siguiente se movían a una velocidad inapreciable para mi ojo, murmurando cosas en un lenguaje que no lograba entender y creando a mi alrededor un caos asfixiante. Por instantes el corredor parecía despejado y vasto para recorrerlo a mi antojo y un instante después parecía un panal de abejas lleno de esos personajes que murmuraban entre dientes. Lo más extraño de estos seres era que cuando se encontraban alejados de mi, parecían enormes y cabían a duras penas en el corredor de geometría completamente ilógica; pero al acercarse más, sus formas se comprimían y apenas si alcanzaban la altura de mis hombros mientras yo mismo me sentía asfixiado en una caja diminuta.

Por fin alcancé la salida y me sentí como deben sentirse los niños al nacer. Había entrado (o salido pues aún no puedo saberlo) y me encontraba en la mitad de un salón enorme de paredes inmensas que parecía que llegaban hasta el cielo y piso entablonado de baldosas simétricas y opacas cuando vi la forma de mi primo sentado en la misma silla en la que lo había dejado en nuestra habitación. Estaba ahí con los ojos abiertos, en la misma posición en la que lo vería por el resto de su vida. En ese momento me sentí desgraciado y fue ahí cuando realmente empecé a sentirme mal por mi bajeza al atreverme a experimentar con mi primo mis inexpertos conocimientos. Me arrojé a llorar a sus pies, le pedí perdón por haberlo obligado a internarse en ese paraíso de la locura, traté de convencerlo por todos los medios para que se pusiera de pie, saliéramos de ese mundo maldito y regresáramos al lado de nuestros seres queridos; pero él solo permanecía ahí, sentado con la mirada perdida en el vacío; hasta que escuché su voz que retumbó por todas las paredes de la habitación, aunque el seguía sin mover los labios. Era él el quien me decía lo siguiente:

- Querido primo, quedas libre de toda responsabilidad pues soy yo mismo quien acepta esta condena por mi libre voluntad. ¿Cómo podría juzgarte?, Tú que eres mi hermano, tu que me conoces mejor que nadie y has vivido en carne propia mi agonía. Tú has visto solo por un momento una pequeña parte del horror que yo debo soportar a diario. Sin embargo ¿Crees que acaso valga la pena para mi regresar, cuando la realidad del mundo se me antoja mucho peor que las visiones de este mundo siniestro?, este mundo al que tu mismo has llamado mundo maldito y paraíso de la locura. Por favor no te aflijas, ni me obligues a volver y se libre de esta pesadilla, al lado de nuestros seres queridos, mientras yo me oculto de la propia pesadilla que se encuentra en la realidad más allá de las paredes de mis sueños.

En ese momento sentí como el suelo debajo de mí se fisuraba, con un crujido estremecedor, se desmoronaba bajo mis pies y yo mismo me hundía en un inmenso cañón sin fondo, mientras trataba inútilmente de sujetarme a mi primo y le rogaba para que viniera conmigo. Fue esa la última vez que escuché su voz y sus palabras aún retumban en mis pensamientos pues cuando reaccioné nuevamente, mis padres trataban de controlarme ya que me encontraba tendido de rodillas, sujetándome de sus piernas, gritando su nombre y rogándole para que viniera conmigo, consumido en la desesperación de perderle para siempre. A partir de ese día jamás he vuelto a ser el mismo y mi querido primo quedó postrado en esa silla hasta el día de su muerte, con esa mirada triste de ojos lánguidos que me perturba al recordarlo.

Diciembre de 2010

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