sábado, 26 de diciembre de 2020

La sigo observando

Eran apenas las dos de la mañana del 26 de diciembre; el frío nocturno de una noche lluviosa nos empujaba el uno contra el otro, mientras mi esposa y yo, hacíamos lo posible por no perder calor en medio de sueños. Un quejido leve, que poco a poco fue incrementando, me advirtió que mi niña, quién yo suponía que dormía plácidamente en la habitación de al lado, estaba empezando a despertar.

Mi esposa y yo nos miramos con los ojos entre abiertos y entendí que me tocaba a mí. Me paré arrastrando los pies y fui hasta la cuna, hablándole muy suavemente a la pequeña para que volviera a dormir, pero una monosilábica, contundente e ininteligible respuesta de su boca, me hizo entender que no volvería a conciliar el sueño fácilmente.

Después de muchos intentos de arrullarla de todas las formas posibles, me di por vencido y para no despertar a mí esposa, que roncaba envidiablemente entre los brazos de Morfeo, decidí echarme una cobija al hombro y llevarme conmigo a la niña al cuarto de atrás; que es cuarto de huéspedes, habitación de juegos, cuarto de planchado y mi búnker personal para cuando los vecinos quieren hacer escandalosas fiestas nocturnas.

Encendí la luz, tiré cuatro o cinco peluches por el suelo, cerré la puerta y le propuse un trato sencillo a mi hija: 

- Voy a dejar la luz encendida para que puedas jugar, yo voy a estar aquí por si necesitas algo, pero por favor, déjame dormir un poco.

Acto seguido, me acurruqué entre la manta que había llevado, me tiré en el colchón y traté de pegar los ojos un rato. La niña, que a su corta edad, poco sabe de cumplir un pacto, empezó a chuzarme los ojos y la nariz con sus pequeños dedos, pero al comprobar en mi mirada y el tono de mi voz, que mis ánimos de jugar, no eran los mejores, se sentó a sollozar a mi lado mirando fijamente a la puerta.

"¿Quieres dormir conmigo?" Le pregunté rogándole en mi interior a cualquier dios del sueño nocturno que pudiera oír mis plegarias y un casi inaudible "uhm" de su pequeña boca, fue respuesta suficientemente satisfactoria para mí. Me paré antes de que pudiera arrepentirse, apagué la luz, la tomé entre mis brazos, nos envolví nuevamente con la manta y me tiré en el colchón.

Sentí que dormimos durante horas; yo, en posición semifetal y la niña, arrebujada entre el hueco que dejaban mis brazos, mi pecho y mis piernas. En un momento, oí que abrieron la puerta y a la habitación, entró mi esposa vestida con un vestido amarillo y una sonrisa dibujada en los labios, para preguntarme qué tal estábamos durmiendo. "Bien", respondí entre dientes no muy convencido y ella me respondió con una nueva sonrisa extraña, que le pasara a la niña. Yo tratando de bromear con ella como lo hacemos siempre, le dije que me dijera "la clave para pasarle a la niña".

Lo que pasó a continuación, fue aterrador; la dulce sonrisa de mi esposa se transformó en una diabólica mueca y salió corriendo de la habitación casi que de lado, dando pasos desgarbados. Instantes después regresó, me arrojó un cuaderno, con una frase escrita a lápiz en letras infantiles que no alcancé a leer.

  "¿Qué te pasa?" - Pregunté yo mientras apretaba más a la niña, que empezaba a llorar, contra mi pecho -

El rostro del ser que había fingido ser mi esposa, se desfiguró aún más, mientras su sardónica sonrisa que enseñaba unos desiguales y enormes dientes blancos me hizo helar la sangre. Como pude alcé a mi pequeña en brazos y corrí con todas mis fuerzas, pasando por un lado de aquella aberración hasta la sala. Al llegar a la puerta de la calle, caí en cuenta que el seguro estaba echado y las llaves no las tenía conmigo. Mi esposa no estaba por ninguna parte, por alguna extraña razón yo no podía gritar y por lo que vi en la mirada de espanto de mi hija, ella tampoco. Las luces empezaron a titilar y aquel engendro que ahora no era más que una sombra, de la que solo se veían los horribles dientes; nos había seguido caminando a cuatro patas, de lado como un cangrejo y nos aguardaba al otro lado de la sala.

Mi último gesto antes de despertar en un grito ahogado, fue tratar de proteger a mi hija con mi cuerpo. La sensación de terror mezclado con mareo era horrible, además tenía el brazo izquierdo totalmente entumecido. Revisé todo tratando de entender lo que estaba pasando y efectivamente, estaba en el cuarto de atrás, mientras mi pequeña dormía pegada a mi pecho con su cabecita apoyada sobre mi brazo. La revisé con mi mano libre para verificar que todo estuviera bien mientras dejaba que me pasara la sensación de entumecimiento del brazo. una vez pasó, levanté la niña conmigo y me dirigí a mi cuarto. Luego de comprobar que mi esposa seguía dormida, deposité la niña en la mitad de la cama y me acosté como pude incómodamente a su lado, dejándola en medio de los dos.

A las ocho de la mañana nos levantamos todos. Yo me sentía como si no hubiera dormido nada pero sonreí cuando mi niña me habló con uno de sus gagueos y me tocó la cara con su ternura infantil. Le conté la pesadilla a mi esposa, ella me contó lo que había soñado y el día transcurrió sin más. Pero hace un momento, al entrar al cuarto de atrás para ordenar un poco, encontré un cuaderno tirado, abierto en cualquier página, con una inscripción en letras infantiles que dice lo siguiente:

La sigo observando...

26 de diciembre de 2020.



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