lunes, 2 de febrero de 2015

La Fila

"Encontrar la solución es una parte del problema;
más no es la más importante".

Iba caminando por el sendero del destino, desinteresado de lo que ocurría a mi alrededor, después de dormir un largo sueño del que poco o nada podía ya recordar; cuando noté algo que no había notado desde que inicié mi camino; a pesar de lo evidente que podría parecerle a cualquiera en mi situación. Eran dos largas filas de personas que avanzaban en un mismo sentido, la misma dirección en la que yo avanzaba sin entender muy bien el por que.

Miré hacia atrás, vi que las filas eran interminables y por extraño que parezca no pude divisar a los últimos integrantes de tan particulares procesiones de las que no conocía origen ni final. Volví mi vista hacía adelante para divisar el origen de las mismas pero sus primeros integrantes se perdían en el lejano horizonte. Intrigado traté de preguntarle a una de las personas que avanzaba lentamente a mi izquierda, hacia donde se dirigían todos con tanta determinación, era una mujer joven y de apariencia triste que no me respondió nada, solo me miró y continuó su camino. Avancé durante un buen rato en silencio, tratando de averiguar cual era el origen de tan singular marcha, cuando llegué a una planicie desolada enmarcada por una montaña y por un profundo cañón, la montaña era tan alta que su cima se perdía entre las nubes,  el solo hecho de no haberla notado antes por más lejos que me hubiera encontrado de ella, me parecía ridículo. Al otro lado de la montaña el cañón se veía tan lúgubre que me hizo estremecer y empecé a notar como de sus profundidades se podían escuchar los llantos y los lamentos de miles de personas. Una de las filas, la de la derecha; avanzaba entre tumultos y empujones hacia la montaña. Algunos seguían ascendiendo por un sendero hasta el pico de la montaña, algunos de los demás que al parecer eran rechazados trataban de volver a la fila, otros tantos al parecer se quedaban suplicando que se les dejara continuar, mientras otros tantos que parecían resignados se marchaban y pasaban a integrar la fila de la izquierda que avanzaba lentamente y descendía por el profundo abismo.

Yo por mi parte me dirigí a una meseta cercana desde donde podía observar todo lo que sucedía con los integrantes de las dos filas y las actitudes que cada uno de ellos tomaba ante cada situación. Me senté sobre una gran piedra y me dediqué solo a observar. Pude notar que algunas de las personas de la fila de la derecha avanzaban con mucha emoción y otros con gran desespero (por lo general los que lucían desesperados eran los mismos que eran rechazados) pero todos tenían un evidente afán por completar su recorrido y se emocionaban aún más si se les permitía seguir ascendiendo por la montaña. Los otros, los de la fila de la izquierda; no parecían ni emocionados ni contentos; por el contrario, algunos injuriaban e insultaban en voz baja o en voz alta a los de la fila de la derecha, otros murmuraban y renegaban de su camino y los que mostraban la mejor actitud, evidenciaban resignación más que emoción por el destino que les aguardaba.

Estaba sentado meditando acerca de la curiosa situación de la que era testigo cuando una voz muy conocida me hizo girar. Era un hombre viejo, delgado, demacrado que evidenciaba tristeza y enfermedad. A pesar de lo mucho que había cambiado desde la última vez que se había dirigido a mí pude reconocerle fácilmente, era él, era el único de todos los que decían ser mis amigos que jamás me había juzgado a pesar de la gravedad de mis faltas ni me había reprochado por mis errores e igualmente era el único ser al que nunca había podido criticar a pesar de ser yo una de las personas que mas duramente juzgaba a sus semejantes. Atrás había ya quedado la burlona sonrisa y la mirada de picardía que mostraba en otros tiempos su rostro, ahora solo podía ver en sus ojos la aflicción de aquellos que esperan un porvenir fatal.

- ¿Qué haces ahí?
- Solo miro
- ¿Solo miras, nada más eso?
- Solo miro –Insistí–
- ¿Y que piensas hacer?
- Nada, solo mirar.
- Ja, ja, ja, sabes que tarde o temprano deberás avanzar como todos los demás lo hacemos.
- Tal vez sea cierto, pero por ahora solo quiero mirar.
- ¿Ves a la persona que está ahí? –Me preguntó señalándome a alguien que se movía entre las filas–

Efectivamente le vi, era alguien de apariencia comprensiva y amable que se encargaba de organizar la fila de la derecha y de alinear a las personas que en esta marchaban. Entendí que si así no lo hiciera sería imposible mantener el orden.

- Es alguien a quien creo ya conoces –Me dijo el que se encontraba a mi lado– Es alguien muy importante y sin embargo le ves ahí desempeñando una función que parece tan sencilla, mientras que tu te limitas a mirar.
- Tal vez, pero yo solo quiero mirar...
- Me pregunto ¿qué pasaría si yo también marchara en esa fila? -Se preguntó mi compañero con amargura- Tal vez si las cosas hubiesen sido distintas... 
- Pero no lo fueron y este tampoco es el momento para quejarse por lo sucedido en el pasado. –Le respondí yo con sequedad–

Luego le pregunté que pensaba hacer ahora y él solo me respondió:

- Lo mismo que deberías hacer tú, tomar un camino y seguir. Avanzar por mi propia fila hasta encontrarme cara a cara con mi destino. ¿Sabes?, de hecho pienso que debería ser yo quien encabezara aquella fila de la izquierda, pero no pensé que hubiera tantos de ustedes capaces de superarme.
- Es cierto. Tal vez eso te haga sentir mejor.
- Nos vemos luego entonces, –Dijo él, abriendo sus desgarradas alas y preparándose para continuar–
- Aún no estoy seguro de eso –Respondí yo– Aún, no estoy seguro de lo que vaya a suceder.

El sonrió y me dijo:

- Si eso es así y no compartes mi destino, ¿Puedes hacer algo por mí?
- Eso depende de lo que me vayas a pedir. –Le dije yo–

Introdujo sus arrugadas manos provistas de garras sucias entre una de sus alas, de la que sacó una pequeña vela que continuaba encendida, me la entregó y luego me dijo:

- Lleva esto contigo, este fue un encargo que me fue entregado hace mucho, es la llama que produjo la primera luz del mundo, la luz con la que desperté al resto de mis hermanos durante los albores del tiempo, hace parte de mi propia esencia, es la razón por la que fui creado y me gustaría que al menos una parte de mí estuviera en el lugar correcto.

- Está bien, así lo haré.
- Si el llevarla te impide continuar tu camino, no hay ningún problema, puedes abandonarla si así lo crees necesario.
- Si así ocurriera –Respondí yo– El hecho de abandonar tú encargo no me haría más digno de continuar. ¿O si?
- Entonces adiós y buena suerte. –Dijo él, sonriendo tristemente e ignorando mi pregunta–
- Adiós.

Me quedé ahí sentado por largo rato, con el extraño encargo en mi mano y observando pasar las dos largas procesiones, mientras el que antes me acompañaba surcaba torpemente el viento con sus alas arruinadas para luego lanzarse en picada y sin dudarlo hacía el abismo. Entre las personas que avanzaban por las dos filas, podía ver a muchos conocidos; familiares, amigos, mis maestros y los amores de mi vida. También había personas ricas, pobres, famosas y desconocidas, todos y cada uno de ellos tomaban parte de alguna de las dos interminables caravanas. De repente escuche la voz de alguien que me heló la sangre, alguien a quien no era capaz de mirar a los ojos y no me he atrevido a mirar jamás.

- ¿Qué haces ahí sentado? –Me preguntó con vos serena el sabio maestro–

Yo no me atrevía a responder ya que la vergüenza y el temor que me producía el solo hecho de escuchar su voz me entumecían la lengua, me causaba escalofríos y me hacía temblar.

- No debes tener miedo, ya no se trata de eso –Me susurró al oído–

Se sentó a mi lado y continuó así:

- Toda tu vida tuviste miedo y aún continúas teniéndolo, sin embargo cometiste una y otra vez los mismos errores. Ahora solo miras y no te atreves a afrontar tu destino, ¿Puedes decirme por qué? ¿Por qué a diferencia de los demás te niegas a seguir tu camino?

Después de pensar y meditar durante largo rato como lo había hecho en más ocasiones de las que ya podía recordar solo conseguí decir:

- No lo sé.
- ¿No lo sabes, o no quieres admitirlo?
- Simplemente no lo se –Respondí con lagrimas en los ojos– Desconozco el porque, aunque se lo que hice y estoy dispuesto a pagar por ello.

- No llores, tampoco es tiempo para eso, las lagrimas derramadas no solucionaran nada ahora; pero aún, al igual que todos los demás tienes una última oportunidad. Ahora dime: ¿En qué crees que fallaste?

Después de meditar otra vez, al fin conseguí la respuesta. Yo había hecho cosas muy graves en mi vida pero lo cierto es que jamás había logrado perdonarme a mi mismo, mientras me empeñaba en demostrarle al mundo que tenía la razón, justificar mis actos, excusar mis omisiones y me negaba a perdonar a los demás por las faltas que yo mismo había cometido. Él, sin que yo tuviera tiempo de decirle nada de lo que estaba pensando me puso la mano en la espalda y me dijo:

- Exacto y es el mismo error de todos aquellos –Dijo señalándome a los que avanzaban hacia el abismo–
- ¿Si eso es así, por qué son rechazados? –Pregunté yo, indicando a los que eran apartados de la fila de la derecha–
- Son ellos mismos los que se rechazan a pesar de que quieren demostrar lo contrario y aún así, al igual que tú mismo siguen culpándome por su desdicha.
- ¿Entonces los de la izquierda jamás podrán volver a estar a tu lado? ¿Jamás serán capaces de volver a tu presencia? ¿Están condenados a vagar en la oscuridad de la amargura y el dolor?, si eso es así me alegra el tenerte a mi lado en este momento al menos será un bello recuerdo en caso de que ese sea mi camino. –Dije yo entre un incontrolable llanto–
- No, no es así. Te equivocas ya que no tienes ahora ningún privilegio que no le haya brindado a los demás o que no te haya dado antes. Yo siempre he estado al lado de ustedes, acompañándolos y así seguirá siendo siempre. Son ustedes los que se niegan a verme y como lo sabrás ya, aunque mi compañía la tengan siempre; también los respeto y los dejo ser libres, ustedes son libres para tomar sus propias decisiones y si aquellos no quieren abrir los ojos, no voy a obligarlos a ver. Incluso sigo al lado de aquel con el que has hablado hace poco, porque él.
- ¿Debo tomar una decisión? –Pregunté en un suspiro–
- Todos deben tomarla tarde o temprano.
- No se que hacer, me da miedo tratar de avanzar hacia la cima y no ser capaz de continuar, pero tampoco quiero descender hacia las profundidades del abismo, además no creo estar condenado a ello.
- Entonces estaré aquí a tu lado esperando a que decidas que hacer ya sea un acierto o un error y será así como ha sido siempre.

Y efectivamente ha sido así. Desde ese momento estoy aquí sentado, con la llama entre mis manos, observando como avanzan las dos largas e interminables caravanas, la que sigue ascendiendo por la majestuosa montaña y la de los desgraciados que se arrojan al horrible cañón sin fondo. Sigo aquí tratando de elegir mi camino, ya que tarde o temprano yo también debo avanzar por una de las dos filas y encarar mi propio destino. Y mi maestro, continúa sentado al lado mío, acompañándome, esperando pacientemente a que tome una decisión.

Mayo de 2010

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