domingo, 11 de marzo de 2018

Los Belars

Han pasado años, más de una década de hecho, ya no somos los mismos chicos que corríamos por los pasillos haciendo alboroto antes de entrar a clase. Ya no vamos todos juntos a una cancha a hacer deporte, nuestros rostros ya no muestran las ojeras del trasnochar, estudiando en la casa de alguno para la prueba del día siguiente, aunque tampoco muestra ya la energía inagotable de nuestra adolescencia.

Cuando nos vemos, ya no nos quedamos despiertos hasta el día siguiente, suerte tenemos si aguantamos medianamente lúcidos hasta la media noche. Igual, ya no nos vemos con la misma frecuencia de antes, ni siquiera la mitad de lo que quisiéramos.

Nuestras facciones han cambiado, en mi cabello ya asoman unas cuantas canas, algunos hemos subido de peso, nuestra mirada ya no tiene el mismo brillo y nuestros gestos ahora reflejan más la confianza que brinda la experiencia y la madurez, que nuestros deseos idealistas de conquistar el mundo.

Nuestras vidas también cambiaron, algunos viajaron lejos para vivir otro sueño,  otros formaron un hogar al lado de esa persona amada y en estos años nos han hecho testigos de unas cuantas ceremonias de vestidos blancos y quizás, pronto vendran los niños que nos reemplazarán en la generación siguiente.

En cualquier caso, ahora somos mucho más maduros, aunque nos falte recorrer la mitad de la vida para aprender todo lo que debamos. Sin embargo, a pesar del paso del tiempo, aunque los malentendidos aún  surjan a veces y aunque no estemos siempre de acuerdo, al ver mi sonrisa reflejada en los retratos nuevos y antiguos, hay algo que me queda completamente claro y es que mis amigos están y estarán ahí por mucho más tiempo, ya sea para salir una noche de fiesta, para aventurarnos en un viaje o para tomar un café, hablando de nada, sentados a una ventana, mientras vemos como se pone el sol.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario