lunes, 2 de abril de 2018

El discurso del mago

Hace muchos años, el alto consejo de magos, se reunió para tratar un problema que en su momento consideraron de suma importancia. Los magos, habían perdido su capacidad para crear nuevos sortilegios y lo peor, a muchos, les costaba trabajo hacer magia. La situación, aunque paradójica, era crítica y por eso las mentes más brillantes del mundo mágico, se habían reunido para tratar de encontrar la causa del problema y sobre todo, encontrar una solución urgente. 

A la reunión, asistieron brujos, hechiceras y conjuradores de todas partes del mundo; ilusionistas orientales que ya no podían crear fantasías de colores en volutas de humo, alquimistas europeos a los que sus experimentos les explotaban en la cara, chamanes africanos incapaces de preparar las más simples pociones, videntes gitanos que olvidaban dónde dejaban sus varitas, curanderos amazónicos incapaces de sanar un simple catarro, brujas nórdicas que no podían controlar sus escobas y que para llegar a la reunión; habían tenido que valerse de los incómodos y poco eficientes transportes no mágicos de los humanos, druidas que se peleaban entre ellos al no ponerse de acuerdo en el calendario de eclipses de los siguientes mil años e incluso algunos mediums con el orgullo herido por no poder comunicarse con los muertos.

El problema era claro, si los magos perdían la capacidad de hacer magia, la magia desaparecería del mundo para siempre. Sin embargo, poner de acuerdo a la gente del mundo mágico, era casi imposible y mientras pasaban las horas, magos y brujas se enfrascaban en acaloradas discusiones que no siempre estaban relacionadas con el problema que los había reunido inicialmente. Algunos acusaban a otros de plagiar sus conjuros, otros aún mantenían resentimientos por disputas del pasado y unos cuantos discutían sobre temas políticos en el mundo de la magia. Incluso, cuando los altos cancilleres de magia lograron controlar el desorden de alegatos y reclamos que iban y venían en diferentes idiomas, lograr que los asistentes se pusieran de acuerdo sobre las causas de su problema resultó tarea difícil.

Muchos magos, aducían que en el mundo había muchas antenas, antenas de todo tipo, de TV, de radio, de telefonía, antenas de diferentes tamaños, colores y funciones, dispersas por todas partes y que la presencia de tantos campos electromagnéticos afectaba la magia. Otros argumentaban que la contaminación causada por los hombres no mágicos, era excesiva y que al ser la magia, la quinta esencia de la naturaleza, dicha contaminación estaba afectando sus capacidades para poderla llevar a cabo. Otros, quizás los más pesimistas, decían que la desaparición de la magia, era una consecuencia normal de la evolución del mundo y que sin importar lo que hicieran, esta desaparecería tarde o temprano; planteamiento, con el que muchos no estuvieron de acuerdo.

Estaban dedicados a aquel debate, cuando un brujo anciano, de aquellos que todavía usaban holgadas túnicas de colores oscuros y sombrero en punta, de aquellos a los que les gustaba llevar la barba larga y enmarañada, con los parpados caídos a causa de los años, apoyado en su nudoso cayado, con los lentes a media nariz y la pipa colgando entre los labios, pidió atención por un momento a sus homólogos, diciendo las siguientes palabras, con una voz que retumbó por todo el auditorio:

- Queridos compañeros, brujas y hechiceros de oriente y occidente, magos de las montañas y conjuradores de la costa y allende los mares, queridos amigos ilusionistas de todo el mundo, piensen por un momento y razonen con cautela lo que nos pasa. La magia, está desapareciendo por nosotros mismos. Tal vez no por nuestra culpa, pero si por nuestra causa. Piensen cuantos de nosotros estamos solos y como nos afecta ello, solo piénsenlo por un momento y ahí hallaran la causa del declive de nuestros poderes.

Por un largo e incómodo momento, los asistentes al consejo, guardaron silencio, reflexionando las palabras de aquel viejo mago y este, al ver que había obtenido la atención de sus colegas, prosiguió así:

- ¿Cuántos de nosotros abandonamos a nuestras familias y no les vemos hace años?, ¿Cuántos de nosotros, jamás nos repusimos de aquel amor perdido? y por el contrario, nos hicimos incapaces de amar, de soñar, e incluso de hacer amigos. ¿Cuántos de nosotros nos abstrajimos en nuestras aisladas torres, cavernas, bosques y siniestros laberintos, aislándonos del mundo que nos rodea?, Señoras y señores, la magia no está desapareciendo por causas externas a nosotros, la magia está desapareciendo, porque nosotros los magos hemos perdido nuestra inspiración. Imaginen por un momento al escritor o al músico que olvida a su musa, sea esta un amor correspondido o no, ¿Acaso creen que ese artista podrá componer igual que antes?, pues bien, eso mismo nos pasa a nosotros; la magia, aunque es parte de la naturaleza, también es arte y nosotros, hemos perdido nuestra inspiración; pero lo peor no es eso, lo peor es que nos encontramos tristes, amargados y solos, es por ello, que aquellos que aún conservan la capacidad de hacer magia, solo pueden obtener siniestros resultados; porque las ideas oscuras solo pueden engendrar creaciones oscuras. Entiendan pues colegas, que si de verdad queremos salvar la magia, debemos recuperar nuestras fuentes de inspiración, si no, estamos condenados a ver como nuestras habilidades desaparecen del mundo.

Mientras escuchaban en silencio, magos y brujas meditaban sobre las palabras del viejo conjurador, recordando algunos, quizás a aquel amor perdido de la juventud, a aquellos amigos a los que no veían de años atrás y muchos, pensaban en esos ideales de cambiar al mundo, que habían abandonado hacía años, para dedicarse a asuntos más serios.

Cuenta la historia, que esa noche los magos del mundo se despidieron unos de otros y regresaron cabizbajos a sus respectivos hogares sin decir mucho más. No se sabe si cada mago de ese entonces, en la intimidad de su hogar, logró encontrar nuevos ideales, perdonar su pasado y perdonarse a si mismo por los errores cometidos o recuperar la felicidad y el entusiasmo que hacían falta para no perder sus poderes; tal vez, muchos de ellos si y otros quizás no. Lo que si es cierto, es que aún hoy, aquellas personas, de buen corazón y que se empeñan en sentir y transmitir cosas positivas, pueden hacer magia en la vida de aquellos que les llegan a conocer.



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