Sentía una satisfacción especial en seguir su rutina de los fines de semana. Sabía de memoria todas las normas que debía saber para vestir de forma informal sin dejar de ser elegante y llamar la atención.
Su impecable camisa azul oscura de mangas largas, cuyos puños llegaban justo a la muñeca, lo suficientemente ceñida para hacer notar su cuerpo trabajado en el gimansio y lo suficientemente holgada para permitirle moverse con agilidad le daba ese aire de poder que quería mostrar. Siempre tenía el cuidado de no arremangarse por encima del codo pues sabía que eso daba un aspecto burdo que no quería mostrar, y la camisa iba siempre por dentro.
A pesar de llevar jeans, nunca lucía unos que estuvieran desteñidos ni raídos, eso era sólo para universitarios problemáticos y jovencitas sexys. Además este estaba correctamente sujeto con un cinturón que hiciera juego perfecto con sus zapatos. Jamás cometía el error de usar medias blancas, eso estaba reservado para nerds y perdedores, en cambio usaba calcetines de algodón de un adecuado color oscuro que hacía juego con el color del resto de su ropa.
Llevaba sus zapatos deportivos de cuero café oscuro impecables, pues sabía que se puede decir mucho de alguien por el aspecto de su calzado. El reloj de metal brillante, manecillas y tablero grande nunca faltaba en su muñeca a la hora de salir de conquista, eso le daba un aire interesante. Tampoco olvidaba ponerse su colonia favorita ya que el olfato es un sentido muy sensible. Su cabello cuidadosamente peinado tenía el largo preciso, ya que de llevarlo muy corto parecería un militar y de llevarlo muy largo sería una señal de descuido imperdonable; por supuesto estaba rigurosamente afeitado.
Llegó al bar esa noche como todas las noches solo, en su Chevy Cruze que era tan impecable como él, salió del auto no sin darle un último vistazo al cuello de su camisa, a su cabello y revisar su aliento. Se paró junto al auto un par de minutos y miró a su alrededor como tanteando la zona; eran apenas las diez de la noche por lo que las chicas apenas estarían llegando y no corría el riesgo de que ya las mejores presas hubieran caído en las garras de otros galanes. El clima era espectacular por lo que de seguro sería otra noche de conquista asegurada. Entró y se dirigió a la barra del bar, pidió un vaso de whiskey en las rocas que tardaría un buen rato en beberse por completo pues quería mantener los sentidos completamente despiertos; era un cazador y necesitaba permanecer alerta.
Mientras bebía se antojó de un cigarro, pero sabía que no podía fumar; al menos no antes de encontrar a su presa, pues el humo del cigarrillo estropearía el olor de su colonia, además a algunas damas les molesta el olor del tabaco. De vez en cuando saludaba a un par de amigos o intercambiaba chistes con el barman, aunque salía sólo, pues a las mujeres no les atraen los hombres en manada, también quería parecer un tipo agradable.
Observaba a todas las chicas a su alrededor sin detenerse en detalles como sus pechos o sus traseros, las miraba directamente a los ojos y les sostenía la mirada cuando ellas hacían lo mismo, sonreía sutilmente sin retirarse hasta que ellas no lo hacían pues siempre se debe proyectar seguridad y confianza. En un momento, una chica, se sentó a su lado, una hermosa pelirroja de cuerpo fatal, ojos grandes y labios sensuales, engalanada en un ajustado vestido negro que le llegaba justo a mitad de pierna; esa era la presa esperada. A partir de ahí el plan era el mismo de siempre.
Sabía que era un tipo bien parecido por lo que no le costaría llamar la atención de la chica, por lo que sólo quedaba causar la impresión adecuada y esperar el momento perfecto para entablar conversación. Empezó comentando una anécdota al barman sobre su sobrino, al que casi nunca veía y del que sin embargo siempre portaba una foto en la billetera pues sabía que a las mujeres les encantan los niños, aunque la mayoría evadan a los padres. Sabía que hablar de temas como problemas, tristezas o contar chistes de mal gusto estaban prohibidos en una noche de cacería. Del mismo modo evitaba decir cosas tales como: Yo hago, yo tengo, yo soy e yo fuí pues a nadie le gustan los fanfarrones egocéntricos.
En menos de diez minutos ya había conseguido cruzar un par de miradas con la chica de al lado y ya había logrado sacarle un par de sonrisas, era la hora de presentarse dándole un apretón de manos fuerte mientras no dejaba de sostenerle la mirada sonriendo e invitarle a un trago. Pasaron un par de horas entre risas, tragos y conversación, mientras poco a poco iba enredando a la chica más en sus redes. No se trataba de una chica tímida, lo cual le facilitaba mucho las cosas, El final de la noche estaba asegurado.
En un momento notó como la chica escribía en una servilleta con labial, antes de excusarse en voz alta para ir al baño, dejándole la servilleta sobre la pierna y guiñándole un ojo en el acto.
"Te espero en dos minutos"
Decía la nota, lo cuál se salía ligeramente de sus planes, pues para eso tenía su apartamento, pero si la dama quería jugar sucio y rudo, él no iba a negarse. Esperó un poco más de dos minutos, sólo para hacerse deseable y se dirigió sonriente al baño para dar el golpe final. Al entrar al baño de caballeros, encontró a la chica semirrecostada en el lavabo que lo esperaba levantando una ceja. Al apenas acercarse, la chica se arrojó a sus brazos y empezó a besarle apasionadamente.
"Oye, esto es innecesario, si quieres podemos ir a mi apartamento donde estaremos más cómodos" Dijo a lo que ella le respondió con un pícaro "No" mientras le guiñaba un ojo y lo empujaba a uno de los servicios. Él le siguió el juego excitado por la situación y sonrió mientras ella entraba, cerrando la puerta tras de si. Un nuevo beso apasionado y las manos recorrieron ambos cuerpos antes de separarse en una última mirada.
Cuando él se dio cuenta, los ojos de la chica parecían cuencas vacías de un negro profundo, su mueca se deformaba hacía abajo en algo que parecía un grito demoníaco y sentía como perdía el control de su cuerpo, mientras los recuerdos escapaban de su mente. Lo único que pudo ver, antes de que su piel y el resto de su cuerpo empezara a marchitarse, consumiéndose como ceniza que se deshace al viento, fue como el ente que lo absorbía, lentamente iba tomando su aspecto, mientras le decía con su propia voz, "Cariño, alguien debió advertirte que tuvieras cuidado con los Döpelganger".
Esa noche, todos sus amigos y conocidos lo vieron salir del bar y tomar su auto, serio y solo, por primer fin de semana en mucho tiempo.
Octubre de 2015.
Octubre de 2015.
Soberbio!
ResponderBorrarMe gusta como de forma muy alegórica, adviertes la forma en que en cualquier momento todo se puede dar vuelta y el cazador se pasa a presa.
Pasa que todo el texto se dedica a describir a la presa, no al cazador ;)
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