sábado, 7 de noviembre de 2015

El Terminal



Son casi las 14:00, acabo de llegar al terminal y sé que voy tarde. Es sábado y el calor de principio de año me está matando, sudo terriblemente, cosa que me incomoda mucho. Hasta dónde tengo entendido, ella debería esperarme, pero aún desconfío de sus palabras, debo admitir que me costó bastante tomar la decisión de venir, pero ya estoy aquí, así que tendré que ir a buscarla.

Un mensaje de texto llega a mí teléfono, "Taquilla de la empresa Gacela, segundo piso, estoy esperándote, apenas llegues me llamas". Mi corazón salta de sorpresa, de alguna forma no lo puedo creer, no puedo creer que realmente esté aquí. Hace ya casi dos o tres años que no nos vemos, no estoy seguro de si podrá reconocerme.

***

Aún recuerdo aquella tarde. Mi compañero de cabina y uno de mis mejores amigos, llevaba semanas insistiéndome para que lo acompañara a la finca de sus padres. Ese día se celebraría un cumpleaños y esa amiga de la que llevaba tanto tiempo hablándome iba a estar ahí. "Ella te quiere conocer, vamos hombre no te hagás rogar". Yo no quería ir, la fiesta era un evento completamente familiar y esa era mi excusa para escapar, pero había algo más. Yo llevaba ya casi dos años olvidando a otra mujer, en ese momento, apenas empezaba a salir de la pena que durante meses me había sumido en el alcohol.

Mi amigo no dejaba de insistir, esa noche al cerrar los micrófonos de la emisora, en nuestro programa habitual, tuve que soportarlo todo el camino a casa. Toda la conversación giraba en torno a su insistencia por que lo acompañara y a mi continua negación. Sin embargo, yo no dejaba de pensar en aquella chica, en la amiga que él con tanta emoción me describía.

Inteligente, sencilla, nostálgica, seria y bella. ¿Qué más se podría pedir de una mujer? He de confesar que a cada palabra que me decía, yo ya sentía que me estaba enamorando y eso me asustaba, me estaba enamorando de una mujer aún sin conocerla. "Ella te quiere conocer", Insistía él y yo me empeñaba en mi "No".

Finalmente llegó el día de la fiesta. Esa mañana como era mi rutina de todos los domingos, me fui a nadar dos horas para distraerme y moverme un poco. Mis horarios se habían hecho intensos en los últimos meses, era lo único que me ayudaba a sobrevivir. En las mañanas durante la semana, me iba al trabajo, al caer la tarde tenía entrenamiento lunes y miércoles, y al salir del agua, tenía que correr para llegar a la emisora a tiempo pues el programa se transmitía de lunes a miércoles. Pero ese día como por cosas del destino, un leve tirón en mi pierna derecha me hizo cortar mi rutina. Regresé a casa molesto, cuando una llamada me entró al teléfono. Al contestar, lo primero que escuché fue la voz de mi amigo. "Hey, estamos esperándote".

Me decidí finalmente y me cambié de ropas para ir a la finca, mi corazón daba tumbos, algo se movía en mi estómago y yo me negaba a admitir lo que era. Tomé un bús y viajé unos quince minutos para llegar al punto indicado, pero como cosa habitual en mí, terminé perdido; al punto que tuvieron que ir a buscarme. Un automóvil me pitó en la carretera y mis manos sudaron frío por la emoción. Al abrir las ventanillas, ahí estaba mi amigo en el asiento del pasajero y conduciendo iba su prima, pero aquella mujer de la que tanto me había hablado no estaba ahí, y de mí se apoderó la decepción.

Al llegar a la finca, la sonrisa y la mirada cómplice de mi amigo me escrutaron  como si él fuera  un psicólogo y yo su paciente. Bueno, si, él es un psicólogo, licenciado y titulado para tal. Pero yo no era su paciente y él sabía que yo odiaba que me evaluara, sin embargo en sus conjeturas tenía razón y él mejor que nadie lo sabía, yo, estaba enfurruñado y mascullando mi enojo porque ella no había aparecido aún. Lo único que me dijo fue "Vamos al lago, ella está ahí".

Cuando llegamos al lago, no pude evitar advertir la presencia de los gansos, "patos" dije para mí mismo como tratando de buscar en que pensar. De inmediato, una gran sombra me cubrió la luz del sol. Un tipo enorme estaba parado frente a mí, el tipo más grande que había visto en bastante tiempo, un joven de piel oscura que me saludaba con una sonrisa y apretaba mi mano presentándose. Mi amigo intercambió nuestros nombres por nosotros y detrás de él apareció ella, la dama que me había mantenido inquieto los últimos días.

Era una chica de piel blanca, cabello rubio suelto, vestida de forma deportiva con sudadera de pantalón y chaquetín rosas, sus ojos no me miraban y yo le ofrecí la mano temblando, mientras mi amigo nos abrazaba a ambos y con una sonrisa maliciosa decía: "Por fin".

La tarde pasó absurda, yo había llegado hasta ahí sólo para conocerla y ella en teoría había hecho lo mismo, sin embargo no éramos capaces de intercambiar un par de palabras entre nosotros más de las necesarias. Una película bastante mala nos llevó a todos a una de las habitaciones de arriba, mientras la reunión continuaba en el piso de abajo y afuera caía la lluvia, éramos cinco muchachos sentados en el suelo de ese cuarto caluroso y oscuro, mi amigo, su prima, el muchacho grandulón, aquella chica y yo. Mi amigo se dio sus mañas para que ella y yo nos sentáramos el uno al lado del otro en un rincón.

En  un momento la película se había acabado y todos nos quejábamos de lo terrible que había sido, mientras afuera seguía lloviendo copiosamente. Fue ese el momento en que a mi amigo se le ocurrió una de sus grandiosas ideas, llevarse a su prima y al otro chico, para traer algo de beber, mientras nos dejaba a nosotros dos solos en esa oscura habitación. La conversación entre nosotros no mejoró nada, hablábamos de nuestras carreras, de mi trabajo y de su rutina, pero aún permanecíamos avergonzados sin casi que mirarnos a los ojos y yo, en mi interior sin querer admitir porqué.

Así llegó la noche y el momento de partir, una larga caminata nos esperaba por un sendero de tierra pues la prima de mi amigo tenía otras personas a las que llevar. Ella y yo caminábamos uno al lado del otro sin decirnos mayor cosa. Un charco, un resbalón y su mano que se estiró instintivamente para sostenerse de mí, mientras la mía reaccionaba en respuesta atrapando la suya. Así seguimos todo el camino, aunque ya no era necesario, aunque ya no habían charcos, ni piedras que amenazaran su integridad. Así seguimos hasta llegar a la carretera, escoltados por nuestros amigos que hablaban de cualquier cosa sin importancia.

***

Han pasado años desde aquella tarde, cosas que sucedieron con nuestras vidas nos separaron irremediablemente. Nuestros mundos se separaron y nosotros nos rendimos sin más, nunca fuimos capaces de luchar. Esa incapacidad para luchar, ese miedo y esa impotencia nos enfrentaron en peleas casi que irreconciliables, discusiones con finales terribles dónde las palabras hirientes en uno y otro sentido fluyeron en ambas vías causando heridas que hasta hace poco no habíamos conseguido sanar.

Subo las escaleras del terminal con el corazón agitado, busco por todas partes la mencionada taquilla y la veo a lo lejos, sentada, impaciente. Me acerco unos metros e instintivamente ella me voltea a mirar. Nos observamos por un par de segundos que parecen eternidad, sin mencionar palabra, sin saludarnos, evaluándonos el uno al otro sin saber bien que hacer. Llevo mucho tiempo anhelando este momento, siempre quise volverla a ver, durante días pensé, repensé y planeé lo que le iba a decir, en qué tono, como me iba a parar, como la iba a mirar, como me iba a mover, siempre en mil opciones distintas que nunca llegué a definir y aquí estoy, parado sin siquiera saber como saludarle. No sé si estirar la mano o besar su mejilla, no sé si lo mejor sea un "hola" o un "buenas tardes" y sin pensarlo, casi sin dejarme reaccionar, ella se abalanza a mis brazos, mientras un nudo se me forma en la garganta. Mi boca se pierde en su cuello, siento el olor de su piel, mientras mis manos aprietan su espalda y juguetean con su cabello, ella me abraza con suavidad pero con firmeza, siento su calor en mi pecho y ahora sé que todo está bien. Por fin, hemos logrado perdonarnos.


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