martes, 27 de enero de 2015

La Pintura

Tiré el teléfono con rabia, este sonó de nuevo pero decidí apagarlo, para mí las últimas palabras habían sido dichas ya, cualquier cosa que se dijera ahora solo empeoraría la situación. Salí de mi casa azotando la puerta a media tarde después de una discusión con mi novia, en la que hubiera querido tenerla enfrente para poder retorcerle el pescuezo (y creo que ella pensaba igual). Mi hermano intentó detenerme para pedirme un favor; pero al verme se hizo a un lado y me dejó seguir en paz. Crucé el parque del barrio con las manos en los bolsillos y caminé varias calles más hasta llegar a la avenida principal. El mundo a mí alrededor me importaba un comino y no quería hablar con nadie; Sabía que si buscaba a mis amigos, probablemente terminaría ahogándome en licor en el primer lugar que encontrara, en la cama con la primer "amiga" que me presentaran o escuchando las mismas tonterías de siempre. Esa tarde, quería hacer algo distinto; por lo que me limité a caminar.

Llegué al centro de la ciudad. Ahora caminaba sin prisa, solo y mirando las vitrinas de los locales sin prestar mayor atención a lo que veía. Mis ojos de repente se toparon con un lugar que llamó mi atención; era una galería de arte que estaba exponiendo las pinturas de un pintor con un extraño nombre, era un tal “Camenhu”; que hasta donde leí era ese su primer día de exposición.

Tenía curiosidad de entrar solo por ver que había ahí dentro, nunca he sido muy fanático de la pintura y de hecho dudaba bastante poder entender lo que quisiera expresar un loco que se gana la vida dándose de brochazos con un pedazo de paño, menos si tenía un nombre tan ridículo como Camenhu, ¿Qué padre medianamente cuerdo puede poner a su hijo un nombre así? obvio no era un nombre, lo más probable era un apodo, pero ¿Que tipo con algo de dignidad puede usar un apodo como ese? Sin embargo esa tarde quería hacer algo diferente, algo que me sacara de la rutina y en vista de las opciones me decidí a entrar.

Miré lo que tenía en los bolsillos; Saqué tres billetes arrugados, el valor preciso de la entrada y lo único que me quedaba de mi último sueldo, después de eso me quedaría sin cinco durante varios días más. Me decidí a entrar diciéndome a mi mismo que gastarme el dinero viendo arte valdría la pena para distraer la mente y sería más productivo que gastarlo en licor en una tienda de barrio. Aún tenía que sortear la entrada, ya que dudaba que me dejaran seguir con la horrible facha que llevaba.

Me acerqué a la taquilla para comprar una boleta. La muchacha que me atendió, me la vendió sin problema, así que la mitad del trabajo estaba hecho y en caso de que no me dejaran entrar tendría que regresar a casa para ponerme algo decente, ya que no pensaba perder mi dinero. Me acerqué a la puerta y para mi sorpresa me dejaron pasar sin problema, a pesar de la mala jeta del vigilante, ahora estaba dentro pero no dejaba de sentirme incomodo. Empecé a recorrer el lugar mirando los cuadros, sin acercarme mucho para no llamar la atención, todos y cada uno me parecían simples y ordinarios. Nada de lo que había en el lugar me complacía o justificaba el valor de lo que había pagado por la entrada. Paisajes, rostros desconocidos, edificios, pájaros volando, en fin; ya empezaba a ofuscarme y a refunfuñar para mis adentros por desperdiciar mis últimos billetes e incluso me dije a mí mismo pensando en cervezas: “en este momento llevaría ya la tercera”; de repente, cuando estaba casi seguro de abandonar el sitio me topé un cuadro que más que gustarme me pareció algo extraño, pero que sin duda llamó mi atención y como los ahí presentes dirían era “un poco abstracto”.

Miré el nombre en la placa dorada bajo el cuadro que decía lo siguiente:

“Autorretrato de un accidente de trabajo”.

El nombre me pareció curioso sin más, aunque seguía sin entender su significado. Pasé varios minutos tratando de entenderlo y analizándolo de arriba a abajo como el que más sabe. Al detallarlo con detenimiento y dejar volar un poco mi imaginación, creí ver la silueta de lo que para mi era una chica desnuda recostada sobre un mueble, por lo que mi peor sonrisa de pervertido se me dibujó en la cara. Para mi desgracia el puto cuadro había sido pintado de forma tal que unas manchas multicolores, que formaban una especie de círculo en la mitad de la pintura y se expandían en desorden hacía afuera formando una especie de espiral, tapaban justo las partes más interesantes de lo que para mí podría ser una verdadera obra de arte; sin embargo estaba seguro de lo que parecía ser una curva aquí y allá, un mechón de cabello, el lado de un culo y por que no, un pecho prominente.

Otro detalle de la pintura era una mancha en forma de lo que para mí era un simple “borrón” en la esquina inferior izquierda del cuadro, que se extendía hacía arriba y a la derecha, y sobre la que se podía leer el nombre del pintor que había truncado mi satisfacción y probablemente la satisfacción de algún otro mirón malpensado cansado de ver lindos paisajes. Varias personas pasaron frente al cuadro sin detenerse por mucho, hablando en una jerga que yo difícilmente podía entender de la magnificencia de las pinturas que se exhibían ese día y del exquisito gusto del pintor, mientras yo no solo me rompía el coco por entender los cuadros, sino además el vocabulario de los ahí presentes.

- Condenado Camenhu, si te tuviera en frente te rompería la cara por imbécil. –Me dije a mi mismo–
Las demás personas fueron retirándose una a una para seguir “admirando” el resto de la exposición. Eché un vistazo a mi izquierda y pude ver en un rincón a un hombre que sin duda para mí debía ser el tal Camenhu. El solo verlo me hizo odiarlo más; era un hombre alto, vestido con una camiseta de rayas horizontales, chaqueta y pantalón de lino, zapatos de material, llevaba lentes oscuros a pesar de estar adentro, el cabello largo y recogido, una barba pequeña y puntiaguda como la de un chivo, hablaba con un raro acento extranjero y era asaltado por cinco o seis personas más que parecían interesadas. Volví mi mirada al cuadro para echarle un último vistazo y maldije al tipo una vez más en silencio. En ese momento una chica muy atractiva se paró a mi lado para mirar el cuadro.

Era una mujer un poco mayor que yo que todavía era un crío, pude calcular que tenía entre unos veinte y muchos y treinta y pocos años. Tenía un rostro con unos rasgos delicados y bellos, sus labios carnosos pintados con un labial de color rosa claro y sus ojos oscuros detrás de unos lentes a los que apenas si se les podía notar el marco, me inspiraban pensamientos obscenos. Llevaba puesto un vestido de color gris oscuro, una falda apretada que llegaba un poco más arriba de las rodillas y que le demarcaba muy bien las curvas de su cintura y las caderas perfectas, una chaqueta de manga larga que le daba un aire de alta ejecutiva. Sus piernas hermosas y largas enfundadas en un velo canela, estaban paradas sobre unos tacones negros que me parecían extravagantemente altos. El cabello de color castaño y que hacía juego con el color bronceado de su piel, lo llevaba recogido en una cola. Una blusa de color blanco impecable con el primer botón suelto dejaba ver el inicio de lo que parecía ser el camino al paraíso, formado por dos pechos grandes y orgullosos que parecían mirar hacía arriba sin hacer caso de la gravedad. En la muñeca izquierda un pequeño reloj de color de plata (si es que no era plata misma), en las manos una pluma fuente como la que utilizaba mi abuelo para firmar sus documentos y una pequeña libreta de un material que parecía ser cuero, quizá un detalle que no hacía ningún juego con su apariencia era la venda que llevaba en la mano derecha .

- ¿Te gusta? –Me preguntó ella con una voz suave y firme, que no me dejó duda de que se trataba de la jefa de alguna importante oficina–
Miré hacia todos lados, tratando de encontrar a alguien más, dudando de que se dirigiera a mí; ella repitió la pregunta, con una sonrisa en sus labios, y añadió:
- Si, estoy hablando contigo.
Yo, que para ese momento me sentía como un mosco aplastado sobre una pared blanca tartamudee al decir un reforzado “si” que me salió de la garganta como un gemido, tratando de acomodarme lo mejor posible la camisa de cuadros azules que llevaba desabotonada, sobre una camiseta que cuando nueva era blanca pero que ahora tenía un color algo dudoso. Recordé los horribles jean’s rotos y descoloridos que me había puesto justo ese día, los zapatos de tipo tenis que empezaban a romperse, sucios y de cordones sueltos, las manillas de colores que llevaba en la muñeca derecha y el pelo que sin duda estaba peor que un gato después de encontrarse con un perro en la calle.

- ¿En serio? –Insistió ella con una sonrisa y ladeando un poco el rostro–

A lo que solo respondí con una sarta de idioteces entre titubeos y tartamudeos, tratando de hacerme el interesante, imitando lo que había escuchado de las demás personas en la galería.

- Claro, es una obra de arte contemporáneo que refleja muy bien los deseos del autor, reprimidos por una sociedad de consumo que hace gala de una doble moral repleta de tabúes religiosos, culturales, sociales y morales –Dije yo que no entendía un comino de lo que de mi propia boca se acababa de escapar–

Ella me miró levantando una ceja, rió divertida y me dijo en tono de broma:

- No pensé que alguien como tu fuera tan sensible y todo un erudito en temas de arte.

En ese momento solo deseaba que la tierra se abriera y me tragara, era plenamente consciente del ridículo que estaba haciendo, sudaba frío, las manos me temblaban, sentía como se me subían los colores al rostro y mis piernas se desvanecían a causa de la vergüenza.

- ¿Sabes? –Me dijo ella mirando el retrato con gesto grave– A mi este cuadro no me gusta para nada y pienso que podría ser mucho mejor si tuviera menos colores bonitos y dejara ver alguna imagen un poco más mundana.

Yo, que miraba nuevamente con desilusión el cuadro, tomé valor para hablar de nuevo y le dije:

- Es cierto, no se que diablos haya estado pensando el imbécil que pintó esta mierda, pero la verdad es que yo no entiendo un comino de “las obras de arte” que hay aquí. Entré porque no tenía nada mejor que hacer con mi tiempo y mi dinero; la verdad jamás había estado en un galería o una exposición de arte; es más, jamás me había detenido a mirar una pintura en toda mi  vida y me detuve a mirar solo porque creí ver que en el fondo había algo parecido a una chica desnuda; pero, me sentiría mucho más cómodo si estuviera en este momento con una cerveza y comida en la mano.

- ¿Una chica desnuda?, -Dijo ella con una sonrisa maliciosa- Tienes gran imaginación, porque yo solo veo un montón de manchas de colores.
- Tal vez veo lo que quiero ver, además no soy "experto" -dije yo haciendo las comillas con los dedos- o tal vez es que ese tal Camenhu es un sádico al que le gusta jugar con las hormonas de los demás y lo he pillado.
- Ella soltó una suave carcajada que trató de disimular con su pequeña libreta, me extendió la mano y me dijo:
- Carolina, mi nombre es Carolina y estoy encantada de conocerte, me encanta que dices lo que piensas sin miedo de quedar en ridículo.
Yo, un poco más confiado, aunque no sabía a ciencia cierta si me estaba halagando o burlándose de mí, le tendí la mano y le dije mi nombre, noté que a pesar de la venda me apretó con fuerza, pensé en besarle los nudillos, pero caí en cuenta de que hubiera parecido demasiado fingido y ya que al parecer a le gustaba mi actitud descomplicada y mi franqueza le solté la mano para que no notara que estaba excitado con solo tenerla al lado.
- ¿Y qué te trae, por aquí?, no te ves muy a gusto. –Preguntó ella mirando de nuevo la pintura, llevándose la pluma a la boca como quien trata de encontrarle forma a algo que no la tiene–
- No lo sé –Le dije– ¿curiosidad tal vez?, tal vez las ganas de olvidar...

Ella que notó mi cambio de tono, frunció el ceño y me preguntó:

- ¿Qué pasa, qué penas atormentan a un chico como tu?
- Una chica, Carolina, una chica desesperante… -Luego añadí ruborizado- ¿Te puedo llamar por tu nombre cierto?
- Si claro, no hay problema. –Dijo sin despegar los ojos del cuadro, luego añadió- Parece que nosotras somos las culpables de la mayoría de problemas que los atormentan a ustedes ¿No es así?
- A veces, otras veces nos metemos en problemas solos.
- ¿Y por eso andas metiéndote donde no estás cómodo y alucinas con ver chicas desnudas por todas partes? -Preguntó ella levantando una ceja-
- No, no piense mal, -Dije yo mientras se me subían de nuevo los colores al rostro- tampoco soy un morboso degenerado que solo piensa en ver chicas desnudas; es solo que hoy no quería hacer lo mismo de siempre. Eso no funciona ¿Sabe?, no ha funcionado nunca y no va a funcionar jamás; y lo de la chica desnuda en la pintura... bueno, fue solo algo que me pareció. Pero cuénteme, ¿Usted si se siente cómoda en un sitio como este?
- Para nada, a mi también me gustan las cosas mucho más descomplicadas y sencillas.
- Y entonces... ¿Por qué está aquí?
- Porque se supone que deba estar.
- ¿Y eso a que se debe?
- No sería una pintora muy respetable, si no estuviera el primer día de exposición de mi obra ¿O si? –Dijo ella buscando mis ojos con los suyos mientras un encantador y pícaro gesto se marcaba en sus labios–
Creo que en ese momento abrí los ojos más que las puertas de una iglesia en semana santa, creo que me puse de un color pálido como una hoja de papel, mientras ella disfrutaba con cada una de mis expresiones. Otra vez deseaba que la tierra me tragase y solo atiné a refutar entre un tartamudeo que a ella parecía divertirla más:
- Pe, Pe… Pero el pintor es un tal...
- Camenhu -Completó ella- esa es la abreviatura de Carolina Méndez Hurtado, es un seudónimo, una palabra que se utiliza para reemplazar el nombre; pero no te preocupes para mí es preferible escuchar una opinión sincera de lo que hago y no los elogios fingidos de un montón de idiotas que creen que son capaces de definir el arte al derecho y al revés. Además debo admitir que aunque creí que esta sería mi obra maestra, terminé arruinándola y ahora al igual que tu la detesto, aunque a los demás les encante.

- Pero entonces; si es una chica… la chica desnuda del fondo…
- Soy yo. –Respondió ella tranquilamente–
- ¿Por eso tapaste la pintura con esas manchas de color? ¿vergüenza?
- No, esa no era la idea y la verdad, vergüenza no es una palabra para mí. Cuando empecé puse mi cámara de fotografiar sobre un trípode y la programé para tomarme una foto, así podría utilizarla como modelo. –Dudó por un momento y me preguntó- ¿Puedo contarte un secreto?
- Claro –Respondí yo que estaba más que excitado de solo pensar que aquella chica anduviera por ahí tomándose fotos desnuda para después pintarlas sobre una tela–
- Cuando pinté el cuadro, este me mostraba desnuda sobre el sillón tal cual como puedes imaginar la foto en este momento; pero por algún motivo me parecía que no tenía vida, algo le faltaba, decepcionada me paré para ir por un vaso de agua a la cocina y regresé para ver como podía arreglarlo, darle los últimos toques antes que terminara de secar. Tenía la paleta de colores en la mano izquierda y justo en ese momento me tropecé con algo que había dejado tirado en el suelo, me fui de bruces sobre el cuadro por lo que terminé poniendo la paleta de frente sobre el lienzo y derramando lo que quedaba de mi vaso de agua sobre el mismo, seguí derecho y fui a parar al suelo con el caballete cuya pata de atrás se destrozó en tres pedazos. 

Al levantarme, vi que me había cortado la mano -Dijo ella mirándose la venda-, el cuadro estaba arruinado por lo que enfadada terminé de regar la pintura fresca en todas direcciones y el resultado es lo que ves en esta sala  bajo el nombre de “autorretrato de un accidente de trabajo”, -Dijo finalmente en un suspiro y añadió- aunque nunca pensé que alguien pudiera descifrar de qué se trataba.

- No es cierto –Le dije– Me estás tomando el pelo.
- Es cierto –Me dijo riendo, dándose la vuelta y marchándose mientras yo me quedaba embelesado en su lindo culo que se contoneaba de un lado a otro al ritmo de sus pasos– Tú y todos los demás aquí presentes pagaron una costosa boleta a la entrada; solo para ver como una chica torpe y colérica derramó la pintura.

Mayo de 2010

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