viernes, 18 de diciembre de 2015

BuscArte

Imagen tomada de https://www.etsy.com/listing/226462825/hofmann-2012-mandala-patch-lsd-red-maya
Ricardo llegó esa noche, sin pretenciones, sólo buscaba un par de tragos antes de ir a dormir después de una agotadora jornada en el estudio en la que todo había ido de mal en peor. Se sacó la corbata, la enzurulló de mal modo y se la echó al bolsillo mientras se soltaba los dos primeros botones de la camisa y se arremangaba los puños. La editorial esperaba el manuscrito de su libro para el mes siguiente y Ricardo sabía que se encontraba muy lejos de esa meta; eso sumado con los recibos por pagar amontonados en el cajón superior de su escritorio lo estaba agobiando, necesitaba hacer algo distinto, desentenderse del mundo por un rato y eso estaba haciendo.

Se sentó a la barra de ese local, un lugar extraño que a simple vista parecía mucho más oscuro y pequeño de lo que era en realidad. En su interior, las paredes del sitio estaban llenas de pinturas abstractas y dibujos que inspiraban pensar en alguna tribu indígena precolombina. Ricardo había pasado cientos de veces por la entrada de aquel lugar y a pesar de que nunca había entrado, el portón con el pequeño aviso en madera que ponía BuscArte siempre lo había llamado de una forma misteriosa. Aquel portón era el acceso de un largo corredor que desembocaba a un salón amplio con mesas, un escenario en el que se encontraba un grupo de músicos preparándose para tocar, al fondo una barra de madera atendida por un tipo delgado de cabello largo, al lado de la barra una puerta daba a un patio interior con más mesas y entre las paredes del salón, otras puertas que conducían a una serie de habitaciones amobladas con sofás, en las que grupos numerosos de personas departían entre risas y cantos.

Ricardo pidió un whisky en las rocas para pasar el rato mientras esperaba a que los músicos empezasen a tocar y ver si tal vez una o dos horas de música le regalaban a su mente la inspiración que estaba buscando. Ricardo no estaba solo en la barra esa noche, un metro a su izquierda se sentaba una chica rubia y delgada con el cabello cogido en una cola de caballo que vestía un vestido rosa hasta las rodillas, que le dejaba los hombros y parte de la espalda al descubierto. Ricardo no pudo evitar notar como la chica movía las piernas impaciente haciendo resonar de vez en cuando sus tacos blancos en el suelo; Al parecer esperaba a alguien que se tardaba en llegar.

Ricardo siguió abstraído por el whisky, repasando toda su historia en la cabeza tratando de encontrar una idea interesante que añadir y desenlazar por fin su libro, pero nada se le ocurría; cuando de repente una voz que le habló desde atrás lo trajo de su retraimiento de nuevo a la realidad. Era una voz masculina, bastante grave, mientras una pesada mano se posaba en su hombro. Ricardo volteó a mirar sin entender de primera vez lo que el tipo le decía y se encontró con un hombre de traje a rayas, sombrero y zapatos de charol que le decía con una sonrisa: "Amigo ¿quieres bailar?".

Ricardo, aterrado por la idea de que un sujeto estuviera coqueteando con él, sólo pudo pararse sobresaltado en una reacción impulsiva y decir entre tartamudeos: "No, lo siento, está usted equivocado, yo no le voy a eso... no es por ofenderlo pero, usted entenderá...".

El tipo de traje miró a Ricardo con gesto divertido mientras sopesaba su respuesta antes de estallar en una sonora carcajada y decirle: "No hombre, si no le estoy pidiendo que baile usted conmigo, yo sólo le pregunto si quiere bailar".

Ricardo no entendía bien la situación ni la pregunta del sujeto y permanecía en blanco tratando de encontrar una respuesta adecuada. En un momento y sin poder evitarlo el tipo lo tomaba por el codo mientras le decía, "Vamos, diga que si, le aseguro que se va a divertir bastante y no se va a arrepentir" y le señalaba con la mano libre en dirección de la rubia sentada al lado suyo que era abordada por un sujeto de similar aspecto al que lo abordaba a él.

Entre tartamudeos, Ricardo sólo se atrevió a refutar so pena de hacer el ridículo delante de los presentes: "Pero es que yo no sé bailar..." A lo que el sujeto del traje y el sombrero le respondió con toda la confianza del mundo palmeándole la espalda: "No se preocupe, sólo déjese llevar por la música". Sin darse cuenta como, en un momento, Ricardo era casi que arrastrado por el codo a la mitad del salón junto con la chica rubia.

- ¿Sos amiga de ellos? - Preguntó Ricardo -
- No - Respondió la rubia sonrojada -
- ¿Los conocés al menos?
- No - Respondió nuevamente la chica -
- ¿Sabés por qué nos ponen en estas?
- No - Respondió una vez más ella -
- ¿Sabés decir algo que no sea "No"? - Preguntó Ricardo entre divertido y nervioso -
- Si
- ¿Tenés nombre al menos?
- Natasha, me llamo Natasha ¿y el tuyo?
- Ricardo...

Como un autómata, Ricardo tomó las manos de Natasha sin saber bien que hacer, pero uno de los dos tipos lo tomó por el brazo diciéndole: "No, no, no, está mal, así no se baila nuestra música" y de inmediato hizo pasar el brazo izquierdo de Ricardo por encima del hombro de Natasha hasta hacerle apoyar la palma de la mano justo donde terminaba el escote de ella, al mismo tiempo que le guiaba la mano derecha para que la levantara un poco por encima del hombro para que ella pudiera colgar la suya de ahí. Al tacto de la mano con la piel de Natasha, los enormes ojos verdes de la chica se abrieron aún más y una tímida sonrisa se dibujó en sus labios pintados de color carmín oscuro.

Ricardo y Natasha aún no entendían bien de que iba todo el rollo, pero de inmediato los tipos se subieron al escenario tomando sus instrumentos, las luces alrededor se hicieron más tenues y sólo quedó un foco que los iluminaba a ellos dos en la mitad del salón, mientras la gente en las mesas permanecía en silencio. Una tonada de contrabajo empezó a marcar el ritmo de una melodía que no se definía entre el jazz, el tango y la música gitana, mientras los cuerpos de Ricardo y Natasha se movían al ritmo de la música impulsados como por una extraña magia que les indicaba exactamente que movimiento seguir.

Primero danzaban lento en un suave contoneo que los hacía moverse al unísono, luego con oscilaciones más ágiles y gráciles, dos pasos adelante, un paso atrás, uno a un lado, uno al otro, de nuevo atrás, giro, separarse, reencontrarse, vuelta y todo volvía a empezar. El movimiento de las caderas de Natasha y el danzar de Ricardo al rededor de ella, un paso, el levantar de una pierna que dejaba ver un poco de piel y se sostenía al tacto de una mano, una mirada coqueta, una sonrisa, dos pasos a los lados y vuelta nuevamente.

De repente una voz femenina empezó a escucharse en el recinto, que entre narración pausada, se convertía de vez en cuando en recitación poética sin atrever a levantarse entre los instrumentos que la acompañaban. Ricardo y Natasha, seguían hipnotizados por la música que los llevaba todo el tiempo de aquí para allá, mirándose a los ojos, coordinando sus movimientos todo el tiempo, mientras aquella voz contaba la historia de un amor y declamaba un verso al deseo y a la pasión. De repente, igual como empezó, la historia terminó, los últimos sonidos escaparon del acordeón, el saxofón y los dos danzantes dieron sus últimos pasos en el salón dejando escapar una risa vergonzosa mientras las personas alrededor se paraban para aplaudir emocionadas.

- ¿Qué ha pasado acá? - Pregunto Ricardo a Natasha con una gota corriendo por su frente -
- No lo sé, este es un sitio extraño - Respondió ella levantando los hombros -

Ambos, mientras seguían tomados de la mano miraron al escenario dónde permanecían los músicos y la cantante con sus sonrisas maliciosas, y el tipo que se había acercado a Ricardo les guiñaba un ojo sin dejar de aplaudir.

El acompañante de Natasha nunca llegó esa noche y Ricardo demoró mucho más tiempo del previsto en terminar su libro, pero a partir de esa noche, no era extraño verlos sentados una que otra vez, los viernes, al caer la tarde, con un par de whiskys en las rocas, mientras a sus espaldas una pareja de desconocidos danzaba, impulsados por la magia del lugar.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario