Descendieron por la ladera con mucha dificultad, el sendero se perdía por tramos entre los matorrales y reaparecía varios metros más adelante, la montaña era bastante empinada, el camino era resbaloso y en algunos sitios se desbarrancaba bajo sus pies. En algunos puntos tenían que descender agarrados como podían de las salientes, la constante llovizna fría de esa mañana y el peso de las armas no ayudaban para nada. El trayecto hasta abajo duró unas dos horas aproximadamente, cuando llegaron a la parte más baja del cañón era más de medio día, estaban completamente empapados y maltratados por los golpes y las caídas, todos lucían bastante cansados a excepción de Castro; la parte media de las piernas les dolían y sentían que la ropa pesaba, además habían tenido que bajar soportando el eco de los rugidos de la bestia que se oía retumbar a lo lejos entre las montañas. Al ojear bien el sitio vieron que estaban en una depresión estrecha entre las montañas por la que corría una sucia quebrada a causa de la reciente llovizna; que en sus partes más profundas apenas si les cubría hasta las rodillas.
El teniente Ríos echó un ojo rápidamente para contar a sus hombres "todo bien hasta aquí" se dijo mentalmente; los policías con sus armas cargadas y listas para disparar, miraban y apuntaban en todas direcciones; mientras que los chicos visiblemente más nerviosos trataban de ubicarse al centro del grupo.
- A partir de aquí tendremos que seguir en alguna dirección -Dijo Ríos finalmente, en un suspiro- No nos podemos quedar aquí, tenemos que avanzar...
- Creo que deberíamos seguir aguas arriba sargento -Respondió López escupiendo y mirando en la dirección hacía donde venía el agua- me parece que desde ahí se escucha más fuerte ese maldito rugido.
- Estoy de acuerdo -añadió Vélez- creo que López tiene razón.
El sargento Ríos miró a los chicos que les servían de guías como quien busca una opinión, pero se dio cuenta que estaban más interesados en mirar a los alrededores buscando un movimiento ligeramente sospechoso para huir corriendo del lugar, que en seguir un rastro de la criatura.
- Bien, aguas arriba será -Respondió Ríos resignado- Uno de los chicos adelante con López, Estrada el otro chico y yo los seguimos, Castro cierra el grupo con la M-60 y Vélez le acompaña, nos mantenemos a dos metros el uno del otro, pendientes a los matorrales y cualquier cosa extraña que vean... disparan primero, avisan después.
- No estoy de acuerdo sargento -Refutó Castro-
- ¿Qué? ¿de qué hablas?
- Sargento, creo que alguien debe cerrar la marcha, alguien debe ir escoltando al grupo.
- Si, por eso dije, -respondió Ríos ladeando la cabeza- tu vas hasta atrás con la M-60 y Vélez te acompaña.
- No mi sargento, -Negó Castro con obstinación- lo que le digo es que alguien debería cubrir el grupo desde cierta distancia, la M-60, tiene mucho más alcance, usted sabe...
- ¿Acaso estás loco?, no voy a cometer el mismo error de nuevo, esta vez vamos todos juntos ¡nadie se separa!
- ¿Acaso te dio miedo? -Inquirió López- ¿quieres estar en una posición segura?, si es así, te hubieras quedado en casa.
- No seas idiota, miren aquel sendero de ahí -Respondió Castro señalando el lado contrario de la quebrada a por el que habían descendido- si avanzo por ahí podría tener una posición más elevada y cubrir perfectamente un mayor rango de vista que el que puedo cubrir desde aquí, casi que cualquier cosa que intente acercarse, la voy a ver desde mucho antes.
- A mí, me parece que no es una mala idea Guillermo -Añadió Vélez- por lo que veo ese sendero está ¿a qué, unos cien metros, ochenta quizás? poco más, poco menos que eso, si avanza paralelo al grupo por ahí, nos podría cubrir muy bien.
- Si, -Respondió Rios sacudiendo la cabeza- ¿y quién diablos lo va a cubrir a él?
- Sargento -Interrumpió López- tengo que reconocer, que pensándolo bien, no es tan mala idea...
- No, -Respondió Estrada- Yo estoy de acuerdo con el sargento, no nos podemos separar, lo mejor es mantenernos juntos.
- Esa cosa, sea lo que sea -Continuó Ríos- no es más que un puto animal, no nos va a atacar desde lejos, si nos quiere tiene que acercarse y si ve un grupo grande es más difícil que intente venirsenos encima, en cambio si vamos por separado...
- Precisamente Guillermo -Insistió Vélez- Vinimos aquí para cazarla, no estamos aquí para hacer una caminata feliz por el río, yo entiendo la preocupación, pero si ese animal o lo que sea ve un grupo más reducido, es más probable que intente acercarse y esa será la oportunidad de Castro, y pues si nos toma por sorpresa, tenemos con que defendernos.
El sargento sabía que la idea no era tan descabellada después de todo, pero también sabía que no podía enviar solo a Castro por el sendero, tendría que enviarlo con alguien más, pero enviarlo con uno de los chicos era enviarlo solo por el bosque con alguien a quien no conocía, no confiaba en lo absoluto y que ni siquiera tenía idea de si sabía disparar bien. Por otra parte podría enviarlo con Estrada, este seguro sería mucho mejor escolta pero también desconfiaba de él, además ni siquiera el flaco Pastrana parecía haberle hecho mucho a la criatura y enviarlo con Vélez o con López por el contrario significaría quedarse con Estrada y con uno de los muchachos en un grupo más reducido. Estrada que parecía adivinar los pensamientos de Ríos mientras paseaba los ojos de unos a otros se adelantó a decir:
- Está bien sargento, voy yo con Castro y uno de los chicos, confíe en mi.
Ríos, estaba a punto de darle un no rotundo, cuando Vélez interrumpió.
- No Guillermo, este muchacho y yo -Dijo mientras palmeaba a uno de los muchachos que se ponía blanco del terror al saber que se separarían- vamos por el sendero con Castro cubriendo la retaguardia.
- Bien sargento -Añadió Castro- Usted decide.
- Está bien -Respondió Ríos a regaña dientes- Ustedes tres van por ese sendero, eso si, mucho cuidado, necesito que estén alertas.
Ríos, López, Estrada y el muchacho que se hacía llamar Carlos, esperaron en su sitio hasta que los otros tres hubieron alcanzado el sendero, viéndolos desde ahí, de verdad que parecían bien ubicados. Luego prosiguieron con su avance aguas arriba por la quebrada, con López y Carlos encabezando el grupo, Estrada y Ríos siguiéndolos a unos tres metros de distancia y Castro y los otros dos que aparecían y desaparecían entre la maleza cada tanto a unos cien metros a la izquierda y por encima de ellos. No pasó mucho tiempo hasta que hubieron encontrado un charco de sustancia gelatinosa, amarilla y se oyó un rugido adelante y a lo lejos. Más adelante una masa carnosa y blanquecina rodeada por la misma sustancia amarillenta de antes, a un lado de la quebrada les indicó que iban por buen camino.
- ¿Qué será esa puta cosa? -Preguntó López torciendo el gesto con asco-
- Es igual a la que vimos la noche en que murieron el flaco y el novato -Dijo Ríos-
- Parece carne vomitada a medio digerir -Respondió Estrada sin inmutarse-
- A veces encontramos esas cosas después de que se pierden los animales -Añadió Carlos, mientras Ríos y López se miraban asqueados a causa del comentario de Estrada-
- No importa lo que sea eso, debemos continuar -Concluyó Ríos-
Avanzaron por unos quince minutos más hasta llegar a un punto donde se unían dos quebradas; debido al camino que habían tomado Castro, Vélez y el otro chico, el grupo de Ríos tuvo que seguir avanzando por la quebrada de la izquierda que era más estrecha y mucho menos caudalosa.
- Estrada, ¿por qué viniste a esto? -Empezó a preguntar Ríos- Yo no me trago el cuento de que estás aquí para "asegurarle" a Medina que todo salga bien, ¿Sólo te interesa la plata no?, hay que ver como se equivoca uno con las personas, nunca me pareciste un tipo ambicioso.
- No, no solo por eso sargento, la plata es sólo un beneficio adicional que no le voy a negar me cae muy bien, pero vengo porque yo también tengo una deuda con el novato y con el Flaco. ¿Sabía usted que Pastrana y yo estuvimos juntos en la academia?, y pues... que estén muertos es en parte mi culpa.
- ¿De qué hablas? -Preguntó López, sin prestar mayor atención, mirando en todas direcciones buscando cualquier rastro de la bestia-
- El día que pasó lo que pasó... -Empezó Estrada cortándose y suspirando- No hubo ninguna llamada, o al menos no de nada raro que pasara en ese sitio, Correa necesitaba sacar un cargamento del pueblo y no quería que la patrulla anduviera por ahí, Medina me avisó y pues... ustedes se imaginarán el resto.
- Maldito hijo de puta -Exclamó Ríos exaltado, mientras se detenía y apretaba su uzy con fuerza- por tu culpa...
- Si, sargento yo sé -Respondió Estrada sin detenerse- pero no tenía idea de lo que iba a pasar, no tenía idea que esa cosa existía, aún así me siento culpable y por eso estoy aquí, usted quería saber, y ya le dije.
Los cuatro hombres avanzaron por el riachuelo, hasta llegar un punto en el que había una cascada, hacía ya un buen rato que no se oían los rugidos de la criatura. El camino de Castro y los otros dos, se había acercado bastante al cauce del agua y ahora caminaban unos metros por encima de Ríos y su grupo; por un sendero mucho más despejado, pero la pared de roca que separaba a los dos grupos estaba húmeda, era completamente vertical e imposible de escalar. Carlos le hizo una seña al chico de arriba que iba con Castro y Vélez, y luego se dirigió al sargento.
- No sé, pero esto no me gusta una mierda -Suspiró Ríos- ¿Qué quieres muchacho?
- Señor, por aquí no podemos avanzar más, si queremos seguir tenemos que regresar y subir por el camino que van ellos.
-¿Hasta dónde tenemos que regresar? -Preguntó el sargento en un tañido-
- Hasta donde esta quebrada se une con la otra...
- ¡Mierda! -Exclamó Ríos- Si a las tres de la tarde no hemos hecho nada, empezamos a subir de regreso, volver hasta la casa de Correa nos va a llevar mucho más de dos horas y no quiero estar aquí para cuando caiga la noche con esa maldita cosa merodeándonos.
Ríos miró a los de arriba que esperaban atentos una señal de parte suya, pero al levantar la cabeza se quedó petrificado al ver una sombra que cruzaba el cielo de lado a lado oscureciendo todo.
El teniente Ríos echó un ojo rápidamente para contar a sus hombres "todo bien hasta aquí" se dijo mentalmente; los policías con sus armas cargadas y listas para disparar, miraban y apuntaban en todas direcciones; mientras que los chicos visiblemente más nerviosos trataban de ubicarse al centro del grupo.
- A partir de aquí tendremos que seguir en alguna dirección -Dijo Ríos finalmente, en un suspiro- No nos podemos quedar aquí, tenemos que avanzar...
- Creo que deberíamos seguir aguas arriba sargento -Respondió López escupiendo y mirando en la dirección hacía donde venía el agua- me parece que desde ahí se escucha más fuerte ese maldito rugido.
- Estoy de acuerdo -añadió Vélez- creo que López tiene razón.
El sargento Ríos miró a los chicos que les servían de guías como quien busca una opinión, pero se dio cuenta que estaban más interesados en mirar a los alrededores buscando un movimiento ligeramente sospechoso para huir corriendo del lugar, que en seguir un rastro de la criatura.
- Bien, aguas arriba será -Respondió Ríos resignado- Uno de los chicos adelante con López, Estrada el otro chico y yo los seguimos, Castro cierra el grupo con la M-60 y Vélez le acompaña, nos mantenemos a dos metros el uno del otro, pendientes a los matorrales y cualquier cosa extraña que vean... disparan primero, avisan después.
- No estoy de acuerdo sargento -Refutó Castro-
- ¿Qué? ¿de qué hablas?
- Sargento, creo que alguien debe cerrar la marcha, alguien debe ir escoltando al grupo.
- Si, por eso dije, -respondió Ríos ladeando la cabeza- tu vas hasta atrás con la M-60 y Vélez te acompaña.
- No mi sargento, -Negó Castro con obstinación- lo que le digo es que alguien debería cubrir el grupo desde cierta distancia, la M-60, tiene mucho más alcance, usted sabe...
- ¿Acaso estás loco?, no voy a cometer el mismo error de nuevo, esta vez vamos todos juntos ¡nadie se separa!
- ¿Acaso te dio miedo? -Inquirió López- ¿quieres estar en una posición segura?, si es así, te hubieras quedado en casa.
- No seas idiota, miren aquel sendero de ahí -Respondió Castro señalando el lado contrario de la quebrada a por el que habían descendido- si avanzo por ahí podría tener una posición más elevada y cubrir perfectamente un mayor rango de vista que el que puedo cubrir desde aquí, casi que cualquier cosa que intente acercarse, la voy a ver desde mucho antes.
- A mí, me parece que no es una mala idea Guillermo -Añadió Vélez- por lo que veo ese sendero está ¿a qué, unos cien metros, ochenta quizás? poco más, poco menos que eso, si avanza paralelo al grupo por ahí, nos podría cubrir muy bien.
- Si, -Respondió Rios sacudiendo la cabeza- ¿y quién diablos lo va a cubrir a él?
- Sargento -Interrumpió López- tengo que reconocer, que pensándolo bien, no es tan mala idea...
- No, -Respondió Estrada- Yo estoy de acuerdo con el sargento, no nos podemos separar, lo mejor es mantenernos juntos.
- Esa cosa, sea lo que sea -Continuó Ríos- no es más que un puto animal, no nos va a atacar desde lejos, si nos quiere tiene que acercarse y si ve un grupo grande es más difícil que intente venirsenos encima, en cambio si vamos por separado...
- Precisamente Guillermo -Insistió Vélez- Vinimos aquí para cazarla, no estamos aquí para hacer una caminata feliz por el río, yo entiendo la preocupación, pero si ese animal o lo que sea ve un grupo más reducido, es más probable que intente acercarse y esa será la oportunidad de Castro, y pues si nos toma por sorpresa, tenemos con que defendernos.
El sargento sabía que la idea no era tan descabellada después de todo, pero también sabía que no podía enviar solo a Castro por el sendero, tendría que enviarlo con alguien más, pero enviarlo con uno de los chicos era enviarlo solo por el bosque con alguien a quien no conocía, no confiaba en lo absoluto y que ni siquiera tenía idea de si sabía disparar bien. Por otra parte podría enviarlo con Estrada, este seguro sería mucho mejor escolta pero también desconfiaba de él, además ni siquiera el flaco Pastrana parecía haberle hecho mucho a la criatura y enviarlo con Vélez o con López por el contrario significaría quedarse con Estrada y con uno de los muchachos en un grupo más reducido. Estrada que parecía adivinar los pensamientos de Ríos mientras paseaba los ojos de unos a otros se adelantó a decir:
- Está bien sargento, voy yo con Castro y uno de los chicos, confíe en mi.
Ríos, estaba a punto de darle un no rotundo, cuando Vélez interrumpió.
- No Guillermo, este muchacho y yo -Dijo mientras palmeaba a uno de los muchachos que se ponía blanco del terror al saber que se separarían- vamos por el sendero con Castro cubriendo la retaguardia.
- Bien sargento -Añadió Castro- Usted decide.
- Está bien -Respondió Ríos a regaña dientes- Ustedes tres van por ese sendero, eso si, mucho cuidado, necesito que estén alertas.
Ríos, López, Estrada y el muchacho que se hacía llamar Carlos, esperaron en su sitio hasta que los otros tres hubieron alcanzado el sendero, viéndolos desde ahí, de verdad que parecían bien ubicados. Luego prosiguieron con su avance aguas arriba por la quebrada, con López y Carlos encabezando el grupo, Estrada y Ríos siguiéndolos a unos tres metros de distancia y Castro y los otros dos que aparecían y desaparecían entre la maleza cada tanto a unos cien metros a la izquierda y por encima de ellos. No pasó mucho tiempo hasta que hubieron encontrado un charco de sustancia gelatinosa, amarilla y se oyó un rugido adelante y a lo lejos. Más adelante una masa carnosa y blanquecina rodeada por la misma sustancia amarillenta de antes, a un lado de la quebrada les indicó que iban por buen camino.
- ¿Qué será esa puta cosa? -Preguntó López torciendo el gesto con asco-
- Es igual a la que vimos la noche en que murieron el flaco y el novato -Dijo Ríos-
- Parece carne vomitada a medio digerir -Respondió Estrada sin inmutarse-
- A veces encontramos esas cosas después de que se pierden los animales -Añadió Carlos, mientras Ríos y López se miraban asqueados a causa del comentario de Estrada-
- No importa lo que sea eso, debemos continuar -Concluyó Ríos-
Avanzaron por unos quince minutos más hasta llegar a un punto donde se unían dos quebradas; debido al camino que habían tomado Castro, Vélez y el otro chico, el grupo de Ríos tuvo que seguir avanzando por la quebrada de la izquierda que era más estrecha y mucho menos caudalosa.
- Estrada, ¿por qué viniste a esto? -Empezó a preguntar Ríos- Yo no me trago el cuento de que estás aquí para "asegurarle" a Medina que todo salga bien, ¿Sólo te interesa la plata no?, hay que ver como se equivoca uno con las personas, nunca me pareciste un tipo ambicioso.
- No, no solo por eso sargento, la plata es sólo un beneficio adicional que no le voy a negar me cae muy bien, pero vengo porque yo también tengo una deuda con el novato y con el Flaco. ¿Sabía usted que Pastrana y yo estuvimos juntos en la academia?, y pues... que estén muertos es en parte mi culpa.
- ¿De qué hablas? -Preguntó López, sin prestar mayor atención, mirando en todas direcciones buscando cualquier rastro de la bestia-
- El día que pasó lo que pasó... -Empezó Estrada cortándose y suspirando- No hubo ninguna llamada, o al menos no de nada raro que pasara en ese sitio, Correa necesitaba sacar un cargamento del pueblo y no quería que la patrulla anduviera por ahí, Medina me avisó y pues... ustedes se imaginarán el resto.
- Maldito hijo de puta -Exclamó Ríos exaltado, mientras se detenía y apretaba su uzy con fuerza- por tu culpa...
- Si, sargento yo sé -Respondió Estrada sin detenerse- pero no tenía idea de lo que iba a pasar, no tenía idea que esa cosa existía, aún así me siento culpable y por eso estoy aquí, usted quería saber, y ya le dije.
Los cuatro hombres avanzaron por el riachuelo, hasta llegar un punto en el que había una cascada, hacía ya un buen rato que no se oían los rugidos de la criatura. El camino de Castro y los otros dos, se había acercado bastante al cauce del agua y ahora caminaban unos metros por encima de Ríos y su grupo; por un sendero mucho más despejado, pero la pared de roca que separaba a los dos grupos estaba húmeda, era completamente vertical e imposible de escalar. Carlos le hizo una seña al chico de arriba que iba con Castro y Vélez, y luego se dirigió al sargento.
- No sé, pero esto no me gusta una mierda -Suspiró Ríos- ¿Qué quieres muchacho?
- Señor, por aquí no podemos avanzar más, si queremos seguir tenemos que regresar y subir por el camino que van ellos.
-¿Hasta dónde tenemos que regresar? -Preguntó el sargento en un tañido-
- Hasta donde esta quebrada se une con la otra...
- ¡Mierda! -Exclamó Ríos- Si a las tres de la tarde no hemos hecho nada, empezamos a subir de regreso, volver hasta la casa de Correa nos va a llevar mucho más de dos horas y no quiero estar aquí para cuando caiga la noche con esa maldita cosa merodeándonos.
Ríos miró a los de arriba que esperaban atentos una señal de parte suya, pero al levantar la cabeza se quedó petrificado al ver una sombra que cruzaba el cielo de lado a lado oscureciendo todo.
¡Oh! ¡¿Qué?! ¡¿Qué es?!
ResponderBorrarYa nos dejas con toda la intriga otra vez T-T Qué cruel... Tengo unas ganas de saber qué narices es la bestia esa... Y ¿qué es eso amarillo que deja en el suelo? ¿restos de comida?
Un gran trabajo. Parecía que era yo la que atravesaba los senderos.
¡Un abrazo! :D
Que bueno que hayas seguido hasta acá Carmen, espero te guste el final, un abrazo de oso peludo para vos también!!
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