jueves, 20 de noviembre de 2014

Desafío de los 30 días del Trasgotauro: ¿Recuerdas aquel momento en el que se lió pardisima una partida? ¿qué pasó?

Además de aquella época en la que dirigía un grupo muy grande de jugadores que se querían matar entre si en el mundo real (y que debo admitir yo hacía parte de algunas de esas relaciones de rencor), solo hay una partida que recuerdo como "líada" aunque no resulta un recuerdo desagradable sino que  más bien se me esboza una leve sonrisa al recordarla.

Pasó cuando apenas estaba empezando en esto del rol; un grupo de amigos con los que solía jugar basketball los viernes en las tardes, que eran mucho mayores que yo y precisamente por los que empecé a jugar, me "dejaron" armarme un personaje y entrar en una partida que ya llevaban poco más de un año jugando; sin embargo por esas ansias de "fastidiar al novato" la condición para empezar a jugar con ellos era que creara un personaje de nivel II (cosa absurda en D&D cuando todos los demás tenían niveles 13 y 15). Mi personaje era un infante, halfling, pícaro llamado Vincent. En ese momento el grupo estaba al ataque de un dungeon tipo laberinto, propiedad de un mago perverso. Ya que obviamente mi personaje no era ni de lejos uno de los más poderosos del grupo mis compañeros me dijeron que me quedara por los pasillos mientras ellos entraban a explorar unas habitaciones que estaban custodiadas por monstruos y pnj's de esos invencibles que suelen poner los DM. Mientras el bárbaro entraba a una de dichas habitaciones y para no quedarme haciendo nada, me puse a mover unos candelabros que servían como palancas para activar mecanismos en el castillo solo por saber que pasaba, lo que sucedió; las paredes de la habitación en la que estaba el bárbaro se cerraron sobre él sin darle chance a escapar matándolo al instante. Fue así como mi pícaro de nivel 2 se cargó un bárbaro de nivel 15 mientras su jugador me miraba con cara de asesino. ¿qué pasó después? mi compañero se paró y se fue de la mesa sin decir ni mu y yo solo pude quedarme pálido de la vergüenza entre las risas de los demás.


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