domingo, 8 de febrero de 2015

El misterio de Aguas Verdes Capítulo II


Habían pasado ya tres meses desde las muertes de Pastrana y el novato, pero aún el sargento Ríos se despertaba a media noche sudando y gimiendo de miedo. A pesar de que el gobierno había destinado diferentes recursos para investigar el caso, nada se había descubierto hasta la fecha, o al menos nada se había publicado. Ríos tenía los recuerdos tan vivos como si el hecho apenas hubiese sucedido. Aquella noche la ambulancia había tardado casi una hora en llegar al sitio del siniestro, sin embargo poco había para hacer, los dos hombres ya estaban muertos. El sargento Ríos y sus dos compañeros permanecieron de pie en el sitio hasta las 05:00 horas, cuando llegaron los refuerzos en un automóvil privado escoltando a los forenses.

El caso había despertado un gran revuelo en todo el país, los tres policías supervivientes tuvieron que responder las mismas preguntas, una y otra y otra vez. No pasaron muchas horas para que varios equipos de periodistas alteraran la tranquilidad de Aguas Verdes. Una de las universidades de más prestigio en el país había instalado una sede temporal con un equipo completo de especialistas que tomaron numerosas muestras del sitio y de la masa de carne blanca al mismo tiempo que trataban de encontrar a la criatura que había atacado a los agentes. El presidente mismo visitó el pueblo para extender eso que llaman presencia institucional y un batallón del ejército fue instalado provisional en las inmediaciones, sin embargo los meses pasaban y aún no se tenían respuestas acerca de lo sucedido. Lo peor es que ya empezaba a quedar en el olvido.

Guillermo Ríos era un hombre de mediana edad, duro como muchos policías, ya llevaba mucho más de una década en la fuerza y había tenido un par de casos difíciles; pero nunca había perdido a un compañero y nunca imaginó ver morir a uno como vio muertos a Pastrana y al novato esa noche. Después de los sucesos Ríos y sus dos compañeros fueron llevados a la capital donde todo tipo de pruebas les fueron hechas; regresaron a Aguas Verdes y trabajaron unos días pero la junta médica les concedió una incapacidad temporal y los puso en tratamiento para descartar cualquier trauma que les hubiera causado lo sucedido, por su parte el sargento creía que era solo una forma diplomática de mantenerlos lejos de la estación mientras se esclarecía lo sucedido. El sargento se quedaba todos los días viendo la foto que tenía en la sala, en la que aparecía con Pastrana, Castro, López, Estrada y el viejo Vélez posando con sus armas como si de héroes de guerra se tratase. Llevaban más de 6 años trabajando juntos antes de la jubilación de Vélez que fue reemplazado en la patrulla por el novato Sánchez, pero la foto solo era un recuerdo lejano, porque después de esa noche, todo había cambiado. El sargento Ríos no dejaba de atormentarse, de preguntarse que hubiera pasado si hubieran estado todos juntos, tal vez Pastrana y el novato estarían vivos o tal vez... fuera como fuera se sentía culpable.

Ríos vivía con su esposa, Margarita, un ama de casa paciente y abnegada que le había entregado los mejores años de su juventud, sin embargo la actitud de su esposo en los últimos meses también la estaba afectando. Tenían un hijo de ocho años, un chico rebelde y de mal carácter que todos los días llegaba con problemas nuevos de la escuela. Toda esa mezcla de situaciones hacía que el sargento quisiera cuanto antes volver a su trabajo, pero la verdad su mayor anhelo era investigar por su cuenta lo sucedido.

Ese día el sargento salió de casa después del mediodía, cruzó el pueblo en busca de la tienda que había abierto el viejo Vélez después de la jubilación, necesitaba hablar con alguien que no fuera Margarita con su actitud condescendiente y sus quejas resignadas acerca del chico, al llegar vio a Castro y a López jugando una partida de dominó en una mesa de la acera, ese día como muchas veces en el último mes habían coincidido en el lugar y la hora. Por la sonrisa absurda de López y la mala jeta de Castro era evidente quien estaba ganando; mientras Ríos le pedía una cerveza al viejo policía jubilado que ahora hacía las veces de tendero, López azotó su última ficha en la mesa con un gesto de triunfo mientras Castro se remordía de la rabia.

– ¡Termino! –Exclamó López y añadió– Una más Castro, lo siento.
– ¡Hey, no azotes la mesa! Que no la vas a pagar si la dañas –gritó molesto Vélez desde adentro–
– No te preocupes viejo –Respondió López– hay cosas más importantes que atender ahora que llegó mi sargento.
– Siempre es lo mismo Castro, ¿acaso no te aburres de que te ganen? –Inquirió Ríos– eres bruto como una piedra, sabes que este hace trampa, y tu ¿acaso qué cosas importantes tenemos? que yo sepa no tengo deudas contigo –Apuntó volviéndose a López–
– No mi sargento, se equivoca, a mí no me debe un peso, pero bien sabe que los tres tenemos una deuda mucho más importante –Respondió López con tono sombrío–

En ese momento Castro hizo a un lado las fichas sobre la mesa y el viejo Vélez salió a la puerta de la tienda con gesto grave y dos cervezas en la mano; mientras le pasaba una a Ríos y se echaba un trago de la otra le decía:

– Guillermo, sé que yo no estuve esa noche y que tal vez ya soy viejo para meterme, pero si no somos nosotros ¿quién hará justicia por el flaco y el novato?

Un sudor frío corrió por la espalda de Ríos, sabía de qué hablaban sus compañeros y en el fondo él deseaba lo mismo, pero se preguntaba ¿qué podrían hacer tres hombres licenciados por posibles trastornos y un viejo jubilado? ¿Cómo podrían hacer algo? y ¿Qué podrían hacer que no hubiera hecho ya el ejército?, todo eso rebotaba en la mente del sargento que se quedó en silencio buscando la forma de responder, cuando a su lado se detuvo un auto y López simplemente dijo:

– Ya está, vino usted justo a tiempo mi sargento, llegaron por nosotros.


4 comentarios:

  1. Joooo, ¡no me has desvelado nada de la masa de carne! ¡Ni de la cosa que mató a los hombres!
    Bueno, me tocará esperar jejeje Que tampoco va mal conocer un poco a los personajes de la historia, verdad?
    Lo que me queda una duda, ¿Quién los viene a buscar? Es que no lo he pillado, aunque a lo mejor es que ya lo haces así a propósito...
    Me está gustando tu historia ;)
    ¡Abrazos! ^^

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    1. ¿hacerlo a propósito? sería incapaz... ;) (deditos cruzados a la espalda)

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  2. Bien, bien... yo también querría desvelar qué carajo mató a mis compañeros.. sigamos!

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