martes, 31 de marzo de 2015

Cita de Trabajo

Me encontré por causalidad con un compañero de trabajo esperando fuera de la oficina del señor Luis Fernando Quevedo, que era uno de los jefes de una de las tantas dependencias de la empresa en la que trabajábamos. Llevábamos largo rato esperando en silencio, pues iban a cambiarnos de dependencia a ambos por redistribución de personal al interior de la empresa. Bostezaba aburridamente, esperando a que nos hicieran pasar, cuando noté una disimulada y contenida risa en mi compañero:

– ¿Qué te pasa? –Le pregunté yo–
– Nada, solo estoy acordándome de algo.

Yo que ya conocía bien la fama que se había hecho en poco tiempo, de ser elocuente narrador de historias insólitas y de contar con una extraña, que no se decir si era buena o mala suerte, le pedí que me contase que era tan divertido pues seguramente tardarían bastante tiempo en atendernos. Por lo que él empezó con su relato de la siguiente manera:

Hace ya bastante tiempo, cuando estaba aún buscando trabajo; me di cuenta de que en esta empresa había unas cuantas vacantes y empezarían a recibir documentos de los aspirantes en esos mismos días. Le comenté a mi padre que es un tipo de muchas amistades y él me dijo que era muy amigo de un tal, Luis Fernando Quevedo, que entre otras cosas le debía un par de favores. Mi padre muy diligentemente en esos mismos días se comunicó con él. Yo no conocía al amigo de mi papá y no pude estar presente en esa reunión; pero mi padre le dejó mi nombre completo y el aceptó recomendarme para el puesto en la empresa al que yo estaba aspirando. Debía presentarme el lunes de la semana siguiente en su oficina, con mi hoja de vida ya que él me presentaría personalmente con la encargada de recursos humanos. Según lo que me dijo papá cuando me describió a su amigo; este era un hombre mayor, de alta estatura, delgado, de cabello canoso y muy amable.

Me presenté ese día tal como me lo habían dicho, impecablemente vestido y con mi hoja de vida en la mano. Pregunté por el señor Luis Fernando Quevedo en la portería, diciendo que tenía una cita de trabajo. El vigilante en seguida hizo una llamada y luego me autorizó para ingresar a la empresa dándome las indicaciones para llegar a la oficina que estaba buscando.

Al llegar hasta aquí me encontré con una secretaria que de forma muy amable me atendió. Yo le dije que estaba buscando al señor Luis Fernando Quevedo y ella respondió que había salido por un momento pero que no tardaba en regresar, que si gustaba podía esperarlo en la misma silla en la que estás sentado tú en este momento. Después de algunos minutos, la secretaria salió con una carpeta llena de papeles y en el lugar entró un hombre bien vestido y con las indicaciones que me había dado mi padre, seguido por una mujer de aspecto preocupado que lo llamaba señor Luis Fernando. Estuvieron hablando por unos minutos y al parecer el hombre le solucionó su problema, pues la mujer se fue tranquila. Me armé de mi mejor sonrisa y me dirigí a él, que lucía un poco ocupado:

– ¿Señor Luis Fernando?
– Si, ¿En que puedo ayudarlo?
– Mucho gusto, yo vengo para una entrevista de trabajo con la jefa de recursos humanos y quería saber si usted me podía dirigir hasta su oficina o darle una recomendación mía, mi padre me dijo haber hablado con usted y que usted podría ayudarme.
– ¿Cuál es su nombre? –Me preguntó él–

Le di mi nombre y el nombre de mi padre; el hombre me pidió que le mostrara mi curriculum, el cual revisó con detenimiento, me miró al rostro, frunció el ceño al parecer tratando de recordarme; luego de un momento me sonrió, me dijo que gustosamente me ayudaría y me pidió que por favor lo siguiera. La secretaria que ya regresaba, me hizo un gesto de asentimiento y yo me marché con el atento hombre.

Mientras caminábamos, el señor Luis Fernando, me preguntó cosas acerca de mis estudios y de mis empleos anteriores, nada del otro mundo, las mismas preguntas que te hacen siempre y al parecer quedó satisfecho con mis respuestas. Él mismo me presentó con la jefa de recursos humanos, entregó mi hoja de vida y justo en ese momento sonó su teléfono. Contestó lo que al parecer era algo urgente y nos pidió excusas por tener que retirarse pues tenía algo importante que debía solucionar.

La jefa de recursos humanos me entrevistó y me preguntó que relación tenía con el señor Luis Fernando. Yo le dije que él era amigo de mi padre y que había aceptado recomendarme para el empleo. Ella me felicitó por contar con tan excelente recomendación y me dijo que si me otorgaban el puesto pronto me llamarían. Al salir me encontré de nuevo con el señor Luis Fernando, me preguntó un par de cosas más, le di las gracias y nos despedimos sin más.

Días después me llamaron a casa para decirme que tenía el empleo y que debía presentarme en la empresa en la mañana del día siguiente. La primera persona con la que me encontré en mi primer día de trabajo fue precisamente con el señor Luis Fernando, al que agradecí de nuevo por toda su ayuda y me felicitó por el empleo. Poco días después empecé a salir con una chica de mi misma dependencia. Un día mientras ella y yo salíamos de la empresa, por casualidad me encontré con el señor Luis Fernando, que me saludó de forma muy cordial. Después de que él siguió, mi amiga me miró sorprendida y me preguntó lo siguiente:

– ¿De dónde conoces al señor Gutiérrez?

Yo más sorprendido aún le respondí:

– ¿Cuál señor Gutiérrez?
– Pues el hombre que te acaba de saludar, el encargado de la sección contable.
– No se apellida Gutiérrez, se apellida Quevedo y es amigo de mi padre.
– No –Respondió ella– Luis Fernando Quevedo es el jefe de una sección distinta, el hombre que acabas de saludar se llama Luis Fernando Gutiérrez.

Avergonzado por mi error y sin poder creer lo que ella me decía solo atiné a ponerme de golpe la mano en el rostro, que tenía sonrojado de vergüenza. Lo cierto es que el señor Gutiérrez siempre me saluda amablemente y solo hasta hoy después de cuatro meses de trabajar aquí voy a conocer al amigo de papá, al incógnito Luis Fernando Quevedo.

Mayo de 2010





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