Aquel momento en el que me abandonaste,
un desierto horrible se abalanzó sobre mí,
como una ardiente llama consumiendo mi carne hasta los huesos,
dejando al descubierto mi alma febril y enferma;
que se desbordó en un río que nació de mis ojos
y fluyó embravecido como una cascada imparable.
Fue ese momento en el que tuve que aprender a vivir con tus ausencias
el momento en el que tuve que aprender a soportar tus silencios
y a consolar mi llanto, hijo huérfano de tu distancia.
Fue el mismo momento, en el que entendí que eras un hermoso pájaro,
queriendo abrir sus alas para buscar su libertad;
mientras que mi ser, mi intromisión en tu vida y mi sola existencia,
solo eran una jaula, una diminuta cárcel oxidada y herrumbrosa
para la grandeza de tu ser.
Vuela libre pequeña ave y bate tus alas al sol
vuela con aquellos que son como vos.
Únete a tu bandada y surca los cielos,
que la jaula ya fue destruida y ahora solo me queda reciclar el metal,
para construir algo nuevo, un objeto diferente
que puedas ver desde las nubes al pasar.
Septiembre de 2016.
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